Según Kukla, la Europa central no ha estado siempre cubierta de bosques, como hoy. Al enfriar la temperatura, los bosques de árboles de hojas caducas que caracterizan al clima moderado desaparecieron y fueron reemplazados por la tundra. Las tormentas de polvo oscurecían el paisaje, y el polvo se acumulaba en las laderas de los valles. Kukla pudo leer la historia de estas capas alternadas de bosque y tundra durante un millón de años. Encontró, en general, una tendencia oscilante al frío, interrumpida por un notable ascenso de la temperatura cada 100.000 años. Esto se parecía a la imagen que había percibido Emiliani en sus muestras de sondaje del fondo del mar. Pero mientras el principal ciclo climatológico duraba unos 100.000 años, el estudio de Kukla indicó subciclos muy intensos. Los bosques de árboles de hojas caducas duraron 10.000 años antes de que el clima se enfriara repentinamente, iniciándose un período de 10.000 años durante el cual Checoslovaquia se transformó en una comarca yerma. Y entonces vino otro intervalo de ascenso de la temperatura, y con él, un nuevo retorno a los bosques.
Estos asombrosos indicios de una prolongada edad de hielo interrumpida por períodos de temperatura relativamente alta fueron confirmados por el polen recogido de las muestras de sondaje de una turbera macedonia. Las plantas son sensibles indicadores de la temperatura. Algunas crecen en climas cálidos, otras en climas fríos. Precisando la variedad de plantas que viven en una época dada, el paleobotánico puede determinar la temperatura que prevalecía. Y examinando el polen que se conserva en lugares tales como las turberas, puede identificar la vida vegetal que existió en cada período del pasado. Las muestras macedonias de sondaje confirmaron las observaciones de Kukla con pasmoso detalle, pues registraban el mismo ciclo de 20.000 años de calor y frío, que tendía a una glaciación importante aproximadamente cada 100.000 años.
Existen magníficas crónicas de los climas pasados de la Tierra, no sólo en la tierra y el mar, sino también donde la tierra se une al mar: en las formas costeras estudiadas por Wallace Broecker, trabajando con Robley Matthews de la Universidad Brown y John Chappel de la Universidad Nacional Australiana. En Nueva Guinea en el Pacífico, y en la Barbados en el Caribe, ven clara y distintamente series características de terrazas que suben de la orilla del mar. Broecker cree que estas terrazas insulares fueron creadas por un proceso extraordinario. Las secciones de la superficie terrestre sobre las que se asientan estas islas se han ido levantando poco a poco, cual si unos gigantescos émbolos las impulsaran gradualmente hacia arriba: En el mismo período, conforme un período glacial seguía a otro, el nivel del mar ha fluctuado. Durante los períodos fríos, hasta el 3% del agua del mundo estaba encerrada en los glaciares continentales, y el nivel del mar bajaba, a veces hasta 100 metros. Cuando el clima se tornaba caluroso y los glaciares se fundían, el mar ascendía.
Como el nivel del mar fluctuaba y las islas ascendían, los arrecifes se formaban en terrazas. Era más bien, según dice Broecker, "cual si a un pintor se le encomendara que pintara un émbolo gigantesco al que se impulsara hacia arriba desde el suelo. Cada vez que tocara el émbolo con la brocha, lo pintado quedaría fuera de su alcance y bajaría hasta el suelo. Pero antes de que pudiera comenzar a pintar de nuevo, el pistón habría subido, exponiendo una superficie sin pintar y poniendo lo que ya pintó fuera de su alcance." Del mismo modo, la pleamar de un ciclo """pintaba" un arrecife en la costa de una isla. Luego, el mar descendía. La siguiente vez que subía, la isla ascendía, de modo que el arrecife que se formaba esta vez quedaba en un nivel inferior.
Broecker ha calculado que, hace unos 127.000 años, el mar era 6 metros más alto que hoy; hace 105.000 años, era 12 metros más bajo; subsecuentemente, descendió y ascendió en un ciclo de 20.000 años, formándose nuevos arrecifes en cada período de fusión glacial. Así, el tiempo que tardó la formación de las terrazas encaja con los subciclos de Kukla.
Tal vez encaje aquí incluso la historia que narra el método clásico de analizar la abundancia de varias especies de foraminíferos. Hace algunos años, un joven estudiante llamado Louis Lidz, usando un método un tanto diferente del empleado por Ericson, leyó las muestras de sondaje y llegó a la conclusión de que las variaciones de temperatura estaban en estrecha correlación con las que dedujo Emiliani de los registros del isótopo de oxígeno.
A pesar de la convergencia de las pruebas, uno de los problemas que ha atormentado a quienes intentan descifrar la imagen del pasado a partir de los registros de las turberas, las muestras de sondaje del mar y otras cosas, ha sido el de determinar con exactitud la antigüedad de los estratos. Todos los métodos tienen errores, y cuanto más se retrocede en el tiempo, menos cierta es la fecha. El extremo superior de la historia tiene un hito seguro: el presente. Pero el otro extremo se pierde en la niebla del pasado.
Quizá el año pasado desapareció gran parte de la incertidumbre. Los científicos sabían ya que en el pasado, de vez en cuando los polos magnéticos de la Tierra se han invertido, que el Polo Norte se convirtió en Polo Sur, y viceversa. Aunque se ignora la razón de estas inversiones periódicas, se ha determinado exactamente su fecha mediante una diversidad de métodos, y la última se produjo hace 700.000 años. Recientemente, el barco oceanográfico Vema recogió dos muestras de sondaje, al parecer rutinarias, de la Meseta de las Salomón en el océano Pacífico.
Fueron estudiadas por Nicholas Shackleton de la Universidad de Cambridge y Neil Opdyke de Lamont. Y, según estos científicos, las muestras contenían una historia completa, sin estratos faltantes ni incertidumbres, que se iniciaba hace 870.000 años. Setecientos mil años atrás estaba el claro registro de la última inversión magnética, que confirmaba con gran precisión la antigüedad de ese extremo de la muestra. Y en los 700.000 años transcurridos desde entonces, según Shackleton y Opdyke, encontraron una historia basada en el isótopo del oxígeno que fluctuaba casi exactamente igual que la curva ideada por Emiliani.
Las pruebas no son aún concluyentes, no todas las piezas del rompecabezas encajan de un modo perfecto, y no todas las autoridades están de acuerdo. Pero la imagen que va surgiendo es, más o menos, como sigue. El último período tan caluroso como el actual ocurrió hace tal vez 100.00 años. Duró unos 10.000 años, y luego bajó la temperatura. Los bosques europeos de árboles de hojas caducas fueron reemplazados por la tundra, dejando los estratos encontrados en las minas checoslovacas de arcilla y en las turberas macedonias. Los foraminíferos que gustaban del calor desaparecieron de algunas partes del océano y fueron sustituidos por tipos amantes del frío, que aparecerían más tarde en las muestras de sondaje. Al cambiar la temperatura del agua, cambió también la relación entre el 0"s y el 0"a en los caparazones de estas pequeñísimas criaturas, como descubriría más tarde Emiliani. Y los glaciares comenzaron a descender desde el norte haciendo que bajara el nivel del mar y quedaran al descubierto las terrazas de coral que recorrerían Matthews y Broecker.
Fue una época de fría desolación en Europa, Asia y América del Norte. Pero en unos 10.000 años, antes de que los glaciares pudieran cubrir una parte importante de los continentes, se invirtió el ciclo y el clima se tornó de nuevo caluroso, aunque no tanto como antes. Volvieron los bosques a Europa. Se fundió una parte del hielo glacial y subió el nivel del mar. Mas ya entonces se habían levantado Nueva Guinea y la Barbados, así que los arrecifes formados durante el período caluroso anterior quedaron por encima del nivel del mar.
Continuaron los ciclos de calor y frío. Pero la tendencia era, en general, al frío. Cada período de calor era menos caluroso que el anterior, y cada período frío era más frío. Poco a poco, los glaciares cruzaron Europa, Asia y Norteamérica, dejando las señales que encontrarían Agassiz y otros geólogos en el siglo XIX. Luego, de pronto, hace unos 10.000 años, subió mucho la temperatura y los gigantescos glaciares se retiraron cAsi hasta los polos.
Esta pauta de 100.000 años no fue única; las muestras de sondaje y otros registros demuestran que se ha repetido durante un millón de años o más. Cada gigantesca oscilación era seguida por un marcado ascenso de la temperatura y luego una reversión casi inmediata a los ciclos que conducían a la formación, una vez más, de los glaciares. Así, la imagen básica que los geólogos crearon hace un siglo había sido trazada con pinceladas demasiado generales. Los glaciares avanzaban periódicamente sobre los continentes, mas no los seguían largos períodos de calor continuo. Típicamente, los científicos disienten en los detalles. Ericson dice que sus gráficas no encajan muy bien en esta imagen. Emiliani dice que encajarían si usara una especie diferente de foraminíferos o interpretara los registros de un modo un poco distinto. Broecker dice que los datos de Emiliani encajan exactamente si se ajusta el factor tiempo; Emiliani afirma que son correctos y no necesitan ningún ajuste.