As� llegamos al punto espinoso de la cuesti�n. �Es �tico decirle a alguien que est� tomando un f�rmaco cuando en realidad est� recibiendo un placebo? Sin duda, no lo es, y por ello a las personas que participan en experimentos cl�nicos se les avisa de que pueden estar tomando el f�rmaco o el placebo y que ni ellos ni los m�dicos saben qu� toma cada uno.
�Es �tico que haya pacientes a quienes su m�dico recete s�lo un placebo? Seg�n una encuesta publicada recientemente por la Revista M�dica Brit�nica, m�s de la mitad de los m�dicos estadounidenses suministran placebos a sus pacientes.
�En cuestiones de placebo se ha demostrado que cuanto m�s vistoso y costoso sea el tratamiento, el valor simb�lico que el paciente asigna al mismo es tambi�n mayor. Por ejemplo, se ha observado que las p�ldoras rojas consiguen un mejor efecto placebo que las amarillas, que un placebo es m�s efectivo si se inyecta, y que el efecto es a�n m�s impresionante si el placebo consiste en ingresar al paciente a un quir�fano (en este �ltimo caso el paciente se anestesia y se le practica una incisi�n. Nada m�s).
Diversos experimentos han demostrado que si a una persona se le administra un f�rmaco que funciona y en un determinado momento se le sustituye por un placebo, el paciente experimenta la misma respuesta.
Esta faceta del efecto placebo podr�a tener implicaciones en situaciones de antidopaje. Por ejemplo, �qu� tal si un deportista recibe un estimulante de su entrenador, pero el d�a de la competici�n el entrenador lo sustituye por un placebo que genera la misma respuesta f�sica pero no deja marcas delatoras en la sangre o la orina del atleta?
Esto nos hace ver el inmenso potencial de la funci�n terap�utica del placebo. Por ejemplo, usarlo en enfermedades cr�nicas para las que no existe tratamiento, o cambiarle a ciertos pacientes los f�rmacos que tienen fuertes efectos secundarios.
Publicado en Vanguardia (M�xico)