Utilizando el instrumento VIRTIS en longitudes de onda infrarrojas para penetrar la gruesa capa de nubes, los científicos estudiaron características de la superficie de Venus y descubrieron que algunas tenían que haberse desplazado hasta 20 kilómetros de donde debían estar de acuerdo con la velocidad de rotación aceptada, medida por el orbitador Magallanes de la NASA a principios de 1990.
Estas mediciones detalladas de la órbita están ayudando a los científicos a determinar si Venus tiene un núcleo sólido o líquido, y ayudarán a nuestra comprensión de la creación del planeta y cómo ha evolucionado. La más importante de estas fuerzas es debida a la densa atmósfera, que ejerce más de 90 veces la presión de la Tierra, y sistemas meteorológicos de alta velocidad, que se cree que cambian la velocidad de rotación del planeta a través de la fricción con la superficie.
La Tierra experimenta un efecto similar. La duración de un día puede cambiar en aproximadamente una milésima de segundo. En las décadas de los 80 y los 90, los orbitadores Venera y Magallanes hicieron mapas de radar de la misteriosa superficie de Venus, así como de su densa y aplastante atmósfera tóxica. Estos mapas nos dieron nuestro primer punto de vista global detallado de este mundo único y hostil.
Los científicos, entre ellos Ozgur Karatekin del Observatorio Real de Bélgica, analizaron la posibilidad de que a corto plazo se produjeran variaciones aleatorias en la longitud de un día de Venus, pero llegó a la conclusión que éstos deberían promediar plazos más largos.
Noticia publicada en El Economista (España)