Según la Universidad Estatal de Colorado (Estados Unidos), la actividad ciclónica en esta área será más elevada que la del promedio histórico de 1950 a 2009. Los países centroamericanos son los menos preparados para afrontar sus duros embates.
Las informaciones de distintos expertos son coincidentes: Willian Gray, conocido como el “gurú de los huracanes” estadounidense, prevé la formación de 15 tormentas tropicales y 8 huracanes, cuatro de ellos de gan intensidad con vientos que superarían los 170 kilómetros por hora; el centro meteorológico AccuWeather de Pennsylvania pronostica 15 tormentas tropicales, cinco ciclones y de dos a tres huracanes de la mayor categoría; el Sistema Meteorológico Nacional (SMN) de México espera 14 huracanes en el Norte y el Centro de América, con más actividad en el Atlántico que en el Pacífico.
“Será una temporada ciclónica muy activa en el Atlántico”, del 1 de junio al 30 de noviembre, explica a El Confidencial el ingeniero geofísico del SMN Alberto Hernández. La media de fenómenos meteorológicos de este tipo en la cuenca atlántica es de once tormentas y seis huracanes, dos de ellos intensos, y este año esta institución prevé que la actividad supere ese promedio, con cuatro moderados y otros tantos de categorías 3, 4 o 5 en la escala de Saffir-Simpson. En el Pacífico, donde la temporada va del 15 de mayo al 30 noviembre, el azote será menor, ya que sólo se prevé un huracán intenso.
Ello se debe a que el fenómeno climático conocido como “El Niño”, que conlleva un calentamiento de la superficie del océano Pacífico, dará paso este verano al enfriamiento que trae “La Niña”; cuando esto ocurre se generan más tormentas tropicales y de mayor intensidad en el Atlántico, mientras que el riesgo disminuye en el Pacífico. Aún se desconoce con exactitud cuántas de ellas tocarán tierra, aunque desde la Universidad de Colorado se apunta que hay un 69% de probabilidad de que un huracán intenso afecte la costa estadounidense, un 44% para el litoral del Golfo de México y un 58% para las islas caribeñas.
Proteger a las personas
Hernández afirma que los habitantes de México, Centroamérica, Caribe y la costa Este de Estados Unidos deben estar “muy atentos” a los avisos meteorológicos y de protección civil. Señala que en caso de que un huracán de categoría cinco toque tierra no se pueden disminuir los daños materiales porque “pega duro”, pero sí minimizar la pérdida de vidas humanas si la población sigue los consejos de las autoridades.
Un huracán puede liberar una potencia de 200 kilotones, cerca de diez veces la de la bomba de Hiroshima. Lleva aparejadas fuertes lluvias -cuyo efecto positivo es aumentar los niveles de almacenamiento de los países afectados y contribuir a la generación de energía eléctrica- y elevación del nivel del mar varios metros, que generalmente ocasiona importantes inundaciones. Los daños pueden ser devastadores.
Cuba, uno de los países más castigados por estos fenómenos -como los tres que arrasaron la isla en septiembre de 2008 con un saldo de siete muertos y daños por valor de 7.900 millones de euros, según cálculos oficiales- es una de las naciones con menos víctimas mortales gracias a sus planes de prevención y evacuación; en el tramo opuesto se sitúan los países centroamericanos. Su vulnerabilidad se debe no tanto a la escasez de recursos económicos como a la falta de planificación, según el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). La Unión Europea destinará diez millones de euros a Centroamérica para ayudarla a afrontar los desastres naturales.
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