El Mal de Chagas causa 14 mil muertes cada año y se estima que entre 10 y 15 millones de personas están infectadas, es una enfermedad endémica en varios países de América latina, donde se encuentra presente desde México hasta la Argentina, pero cada vez se reportan más casos en Estados Unidos, Europa, Australia y Japón, como resultado de los desplazamientos a nivel mundial.
Al cumplirse 100 años de haber sido descubierto, es además una enfermedad parasitaria tropical generalmente crónica causada por un protozoario flagelado, el Trypanosoma cruzi.
El Trypanosoma cruzi es miembro del mismo género que el agente infeccioso causante de la enfermedad del sueño africano, y el mismo orden que el agente que causa la Leishmaniasis, pero sus manifestaciones clínicas, distribución geográfica, el ciclo de vida y su vector son considerablemente diferentes.
El reservorio natural lo constituyen los armadillos, marsupiales, roedores, murciélagos y primates silvestres, además de ciertos animales domésticos como perros, gatos, incluso ratas y es transmitida al hombre comúnmente por los triatominos hematófagos como el Triatoma infestans (chipo), el cual transmite el parásito cuando defeca sobre la picadura que él mismo ha realizado para alimentarse, por transfusión de sangre contaminada, por la ingesta de alimentos contaminados por el parásito o verticalmente de la madre infectada al feto.
El insecto que transmite esta enfermedad al estar sano puede infectarse si muerde a una persona que tenga este padecimiento, y así adquirir la capacidad de seguir propagando este parásito.
A pesar de ser una enfermedad potencialmente mortal, los programas nacionales de Chagas se centraron en la prevención y en la lucha contra el vector (el insecto que transmite la enfermedad), dejando en segundo plano el tratamiento de los enfermos. La integración de la atención de Chagas dentro de las estructuras de salud primaria facilitaría el acceso de los enfermos al tratamiento que podría salvarles la vida.
Durante años, los enfermos pueden no presentar síntomas, pero en la fase crónica un tercio de los afectados desarrolla graves lesiones, principalmente cardíacas e intestinales, que pueden provocarles la muerte.
"Uno de los principales problemas a los que tenemos que hacer frente es que durante años los pacientes no tienen síntomas, así que no saben que están enfermos y no reciben tratamiento. Es vital trabajar en la detección activa de casos para poder encontrar y tratar a los infectados", explica la infectóloga Nines Lima.
Noticia completa en El Tiempo (Venezuela)