Así lo señala un estudio divulgado hoy por la revista Science elaborado por astrónomos del observatorio espacial Chandra de Rayos X de la NASA y del Gran Telescopio del Observatorio Europeo Austral (ESO), en Chile, que han descifrado el misterio sobre el origen de esos haces de luz.
Cuando hace 40 años los astronautas de las misiones Apolo entregaron sus informes, señalaron que habían podido ver los destellos de luz incluso manteniendo los ojos cerrados.
Los estudios posteriores que se realizaron revelaron que se trataba de rayos cósmicos, partículas cargadas que bombardean la atmósfera y que al llegar a la superficie terrestre conservan suficiente energía como para alterar el funcionamiento de componentes electrónicos.
De acuerdo con esas investigaciones, esas partículas son protones que se desplazan casi a la velocidad de la luz desde puntos que están más allá de la Vía Láctea.
"Cuando explota una estrella y se convierte en lo que se conoce como una supernova, gran parte de la energía de esa explosión acelera algunas partículas a niveles extremadamente altos de energía", explicó Eveline Helder, del Instituto Astronómico de la Universidad de Utrecht, en los Países Bajos.
La energía usada para la aceleración de las partículas proviene de la temperatura del gas que provoca esa explosión.
Pero ahora se ha descubierto que esa temperatura es mucho más baja de lo que se pensaba, de sólo 30 millones de grados centígrados indicó Helder.
"Es esa energía que falta", la que se suponía que debía aumentar la temperatura del gas a al menos 500 millones de grados, la que acelera los rayos cósmicos, explicó Jacco Vink, otro de los científicos del Instituto Astronómico de Utrecht que participó en el estudio.
Noticia publicada en Levante EMV (España)