Según publica la revista "Nature" en su último número, este cáncer es consecuencia de una sobreabundancia de una proteína, identificada como eIF4GI, que hace que las células cancerosas sean más adhesivas y se conviertan más rápidamente en tumores metastásicos.
El CIM frecuentemente es confundido con otras problemas médicos menores, como un sarpullido o una infección en la mama, lo que en muchos casos impide una detección temprana del mal.
A diferencia de otras neoplasias de mama que se presentan como un bulto, los síntomas del CIM son únicos e incluyen rojez, hinchazón, calor en el pecho, piel rojiza, morada o con moretones, y piel con protuberancias o con marcas como la piel de una naranja. Otros síntomas pueden ser ardor, dolor, sensibilidad a la presión, un aumento en el tamaño de la mama y pezón invertido.
Todos los aspectos del tratamiento de esta dolencia -incluso la estadificación, el diagnóstico y la terapia- son totalmente diferentes de los otros tipos de cáncer de mama. Se trata de una enfermedad extremadamente maligna, que representa entre el 1 y el 2 por ciento de los tumores de mama invasores diagnosticados en los países desarrollados, detectándose con más frecuencia en mujeres de entre 45 y 55 años de edad. La tasa de supervivencia media cinco años después del diagnóstico es aproximadamente del 40 por ciento.
El equipo de la Universidad estadounidense dirigido por el profesor Robert Schneider descubrió que aunque el regulador de la proteína eIFG4GI no afectaba a la totalidad de la producción del resto de proteínas, sí derivaba en mayores niveles de los reguladores de adhesión de las células E-cadherina y p120 catenina.
Estos reguladores propician que las células cancerosas se agrupen, en vez de que se peguen a los tejidos circundantes, de modo que las células agrupadas pueden entrar en la circulación sanguínea y extenderse por todo el organismo, en un proceso conocido como metástasis pasiva, responsable de la alta mortalidad del CIM
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