Los rayos cósmicos son partículas cargadas de energía, en su mayor parte protones y electrones, que se generan en el espacio y suelen tener un espectro de energía muy peculiar. Cuando mayor es la energía, más raros son esos rayos.
Pero, en fecha reciente, investigadores que trabajaban en el experimento ATIC (siglas en inglés de Advanced Thin Ionization Calorimeter, o calorímetro de tenue ionización avanzada), que usa detectores impulsados a gran altitud por un globo aerostático para medir electrones de rayos cósmicos por encima de la Antártida, informaron de una inesperada colisión en su espectro de energía. Eso corresponde a un exceso de electrones con una energía de entre 300 y 800 gigaelectronvoltios.
Sugerencias de esa anomalía habían sido vistas antes. El observatorio espacial PAMELA detectó un exceso de positrones de rayos cósmicos, las anti partículas de electrones, en energías similares. Y un detector japonés, el BETS, también encontró un pequeño exceso de electrones de rayos cósmicos de alta energía.
Esos rayos cósmicos podrían ser los productos en descomposición de partículas hipotéticas de materia oscura, aunque constituyen alrededor de un 85 por ciento de toda la materia en el universo.
Los astrónomos han señalado los efectos gravitacionales de la materia obscura para explicar por qué las galaxias en rotación no se desintegran cuando rotan a través del espacio. Pero, como el nombre lo implica, la materia obscura no puede ser vista directamente y su identidad sigue siendo confusa.
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