Según dicha investigación del Hospital General de Massachusetts, la mayoría de los fallecidos en lo alto de esta montaña se produjeron por encima de los 8.000 metros de altura, en la llamada "zona de la muerte". Sin embargo, estas muertes no se producen durante el ascenso, sino durante el descenso, cuando ya se ha coronado la cumbre.
"Sabemos que escalar el Everest es peligroso, pero exactamente cómo y por qué la gente ha muerto no había sido estudiado", explica Paul Firth, médico del Departamento de Anestesia del Hospital General de Massachusetts que encabezó el estudio que aparecerá publicado próximamente en el British Medical Journal y recogido por otr/press.
Tras clasificar los distintos fallecimientos registrados por encima de esa "zona de la muerte" en función de la causa de la muerte, concluyeron que el índice de mortalidad en el Everest durante ese periodo de 86 años fue del 1,3 por ciento. En el último cuarto de siglo, un periodo en el que muchos alpinistas han intentado coronar la cima, el porcentaje de escaladores que murió en la ruta Norte por el Tibet (la más larga y difícil) fue de un 3,4 por ciento, frente al 2,5 por ciento que falleció en la ruta Sur por Nepal.
Los factores asociados al riesgo de muerte, según el estudio, son el exceso de fatiga, las caídas y coronar la cima al final del día. Muchos de los que murieron desarrollaron síntomas como confusión, perdida de coordinación física e inconsciencia, lo que sugiere la posibilidad de un edema cerebral debido a la altura. Sin embargo, los síntomas del edema pulmonar por altura que se registraron en ese periodo de tiempo fueron sorprendentemente bajos, según aseguran los investigadores.
"También nos sorprendió por la poca gente que ha fallecido por avalanchas y desprendimientos de bloques de hielo en los últimos años, y un número abrumador de gente muere una vez ha coronado la cumbre por encima de los 8.000 y durante los descensos", señala Firth, que explica que los índices de mortalidad entre los alpinistas es seis veces superior al de los sherpas, lo que sugiere que tomarse su tiempo para que el cuerpo se acostumbre a la altura de la montaña podría mejorar las posibilidades de supervivencia.
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