Las nuevas observaciones con el conjunto submilimétrico SMA del Observatorio Astrofísico Smithsoniano en Mauna Kea, Hawai, sugieren que tales agujeros negros colosales eran comunes incluso hace 12.000 millones de años, cuando el universo tenía sólo 1.700 millones de años y las galaxias comenzaban a formarse. La reciente conclusión proviene del descubrimiento de dos galaxias distantes, ambas con agujeros negros en su corazón, que están involucradas en una espectacular colisión.
4C60.07, la primera de esas galaxias en ser descubierta, llamó la atención de los astrónomos debido a su brillante emisión de radio. Esta señal de radio es una muestra indicadora de la presencia de un cuásar, un agujero negro que se alimenta con enorme voracidad de su galaxia anfitriona.
Cuando se estudió a 4C60.07 por primera vez, los astrónomos pensaron que el gas de hidrógeno que rodeaba al agujero negro estaba experimentando la formación de muchas estrellas en un periodo breve de tiempo, creándose tantas como el equivalente a 5.000 soles cada año. Esta vigorosa actividad fue revelada por el resplandor infrarrojo de las "cenizas" que dejaron las estrellas más grandes al morir después de una vida muy corta.
Las últimas investigaciones, explotando la aguda visión del SMA, revelaron una sorpresa: dos galaxias en proceso de fusionarse una con otra donde los astrónomos esperaban encontrar sólo una. Además de ésta, hubo otra sorpresa: después de todo, 4C60.07 no está formando estrellas. Sus estrellas parecen ser relativamente viejas y de baja actividad. Sí se registra en cambio una prodigiosa formación estelar en una galaxia compañera no avistada previamente, rica en gas y muy envuelta de polvo, la cual también tiene un colosal agujero negro en su centro.
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