Dentro de un túnel circular de 27 kilómetros de diámetro chocarán átomo contra átomo a una velocidad cercana a la de la luz. La máquina, llamada gran colisionador de hadrones (LHC, por sus siglas en inglés), se construyó –a un costo hasta la fecha de unos mil millones de dólares, según Wikipedia– para producir niveles de energía que, según se espera, sean lo bastante poderosos para sacar al elusivo bosón de Higgs de su prisión, al parecer inescapable, dentro del núcleo atómico.
El bosón es sólo uno de los descubrimientos que se espera que logre el LHC. El equipo internacional de físicos que está detrás del proyecto cree que producirá un cofre de hallazgos que iluminen el mundo infinitesimal de la física subatómica.
“El descubrimiento real del bosón, si ocurre, es sólo parte del programa. La máquina tiene muchas cosas más que hacer”, comenta el profesor Higgs. “Me emociona la posible identificación de partículas de supersimetría, es decir, partículas simétricas de las que ya conocemos.”
La supersimetría se refiere a la “gran danza” de partículas en el universo. Conocemos una docena de partículas subatómicas, con nombres exóticos como quark, leptón y neutrino. Cada partícula tiene una pareja supersimétrica; el problema es que sólo podemos ver a una de cada par: las “otras significantes” se mantienen invisibles. Si el LHC confirma la supersimetría, contribuirá a que los científicos avancen hacia el objetivo final de formular una teoría unificada de las fuerzas fundamentales de la naturaleza, en particular la gravedad, que actualmente queda fuera del ámbito de las fuerzas conocidas al nivel cuántico de las partículas subatómicas.
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