A los ojos de un físico, la realidad es algo así como un catálogo de patrones que pueden repetirse en las estructuras más insospechadas. Precisamente a partir de las similitudes que se venían observando en dos estructuras tan diferentes, en principio, como el tejido de las hojas y las grietas que se producen en el barro, dos físicos argentinos del Centro Atómico Bariloche acaban de proponer una nueva hipótesis sobre la génesis de las nervaduras vegetales: en lugar de obedecer a un proceso de canalización, como se creía hasta ahora, los investigadores del Conicet Eduardo Jagla y Fabiana Laguna sostienen que se forman en respuesta a tensiones elásticas entre las distintas capas de la hoja en crecimiento. El trabajo se publicó en Plos Computational Biology.
"Todos, científicos y no científicos, nos hemos maravillado por las nervaduras vegetales -cuenta Jagla-. Las más gruesas son las que se forman primero y se repiten dentro de una misma especie. Las generaciones [de nervaduras] más jóvenes son muy diversas y son las responsables de que no haya dos hojas iguales, ni siquiera en la misma planta."
La hipótesis más aceptada hasta ahora era que esa estructura se formaba del mismo modo que la red de un río y sus afluentes, y servía a la distribución óptima de nutrientes. En el caso de las hojas, lo que fluye no es agua, sino una hormona denominada auxina, perteneciente a un grupo de sustancias que tienen un papel esencial en la mayoría de los procesos de crecimiento vegetal.
"Aunque se sabe que el papel de la auxina es fundamental en la formación de nervaduras, la hipótesis presentaba algunos problemas -explica Jagla-. Por ejemplo, la teoría predice que dos puntos del patrón de nervaduras sólo deberían estar unidos a través de un único camino. Sin embargo, la observación muestra que tienen una cantidad de caminos cerrados o, como diría un matemático, son «múltiplemente conexos»."
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