En el plano económico, los 60 años de existencia del Estado de Israel son la historia de un éxito. En medio de décadas de sangriento conflicto, el país de los idílicos kibutz, aquellos colectivos agrarios de orientación socialista esenciales en los primeros años de vida del Estado hebreo, ha pasado a convertirse en una moderna economía de mercado con la exportación de alta tecnología entre sus principales motores de crecimiento.
En estos 60 años, el producto interno bruto (PIB) de Israel se ha multiplicado también por 60, lo que supone un promedio de crecimiento del 7% anual.
Hay países que han crecido más en ese tiempo, pero ninguno de ellos ha visto multiplicarse por diez su población, hasta los actuales 7,1 millones de habitantes que tiene Israel. Normalmente, los países con un crecimiento demográfico acelerado se encuentran entre los más pobres del mundo.
En Israel se ha juntado por un lado la necesidad de construir un país en un territorio con escasos recursos naturales y, por otro, un flujo constante de inmigrantes bien preparados venidos de todo el mundo.
Esto ha dado lugar a una cultura de innovación que ha creado desde regadíos de bajo consumo, sistemas de desalinización de agua y explotaciones agrícolas de alto rendimiento, hasta instrumentos médicos de alta tecnología o incluso software de éxito mundial.
Los programas informáticos israelíes, por ejemplo, funcionan hoy en día en prácticamente cualquier empresa del planeta. El Firewall para la protección de redes informáticas, los programas de mensajería instantánea (chat) o la telefonía vía Internet son algunas de las invenciones que han convertido al país en uno de los líderes en desarrollo de software.
Sus exportaciones en este terreno superan los 3.000 millones de dólares anuales, la décima parte del total nacional. Con sus más de 300 empresas del sector, Israel tiene una densidad solo superada por Sillicon Valley en California.
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