Pocos eventos evidencian tan bien el poder de la naturaleza como los huracanes. Grosso modo, un huracán libera, en un día, la energía necesaria para cubrir las necesidades eléctricas de Estados Unidos durante seis meses. Y ese poder, cuando cae inopinadamente sobre estructuras humanas, es demoledor. Un huracán categoría cinco ejerce 11 toneladas de presión sobre cualquier cosa que golpee.
Para los hombres, conocer el poder de un huracán antes de que toque tierra es fundamental para tomar decisiones cruciales: ¿hay que evacuar a la gente? Pero los huracanes son gatos a los que resulta difícil poner un cascabel.
Una forma de sondear el poder de un huracán consiste en observar los patrones de nubes en imágenes de satélite, a fin de estimar las velocidades máximas del viento. Pero esta técnica tiene errores del orden del 40 por ciento, inaceptables cuando hay vidas o miles de millones de dólares en juego.
La otra forma de pulsar el poder destructivo de un ciclón consiste en atravesarlo con un avión cazahuracanes para medir directamente la velocidad del viento. Pero es una opción cara: los aviones especializados usados para estos fines cuestan alrededor de 100 millones de dólares, y cada vuelo a una tormenta cuesta cerca de 50 mil dólares.
Una opción es imprecisa y la otra es cara. Pero Nicholas C. Makris, director del Laboratorio de Detección Submarina Remota en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, tiene una mejor idea: ¿por qué no escuchar el ruido del huracán debajo del agua?
Makris contó que hace ocho o nueve años, en la primera conversación que tuvo con el experto en huracanes Kerry Emanuel, hablaron sobre los mil fenómenos asociados a un huracán en la frontera entre la atmósfera y el oceáno: las olas, la espuma, las burbujas y, por supuesto, el ruido.
“Él me preguntó directamente si era posible medir el poder de un huracán midiendo el sonido, y le dije que era posible”, dijo Makris. A partir de ahí empezó a realizar trabajo teórico junto con su antiguo estudiante graduado Joshua Wilson. Y llegaron a la conclusión de que el ruido debía ser proporcional al cubo de la velocidad del viento; de modo más simple: el ruido debía ser proporcional al poder del huracán.
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