Los astrónomos han descubierto hasta ahora alrededor de trescientos planetas alrededor de soles lejanos. Sin embargo, debido a la dificultad que supone observar cuerpos pequeños (mucho menores que las estrellas), no luminosos y a distancias de decenas o centenares de años luz, un número muy limitado de estos «nuevos mundos» tienen algún parecido con el que nosotros habitamos.
La mayoría de los planetas descubiertos son gigantes gaseosos, como nuestros Júpiter y Saturno, y a menudo incluso mucho mayores que ellos. Solo un puñado comparten rasgos físicos con la Tierra, como el tamaño, la distancia del sol (decisiva para la existencia o no de vida) o la composición, rocosa en lugar de gaseosa.
Ahora, dos grupos de investigadores de las universidades de Arizona y Utah y del Observatorio Astronómico de Cambridge, en Massachussets, han dado, por separado, un nuevo paso hacia el objetivo de encontrar mundos parecidos a la Tierra en otros lugares del universo. Y han descubierto que los planetas terrestres pueden formarse alrededor de muchas, quizá incluso de la mayoría, de las estrellas parecidas al sol que hay en nuestra galaxia. Lo cual indica, a su vez, que los mundos con las condiciones necesarias para albergar vida podrían ser mucho más comunes de lo que se pensaba.
Michael Meyer, de la Universidad de Arizona, ha utilizado el telescopio espacial Spitzer, de la NASA, para determinar, primero, si los sistemas planetarios como el nuestro son comunes o no en nuestro entorno galáctico. Los resultados indican que sí. Como mínimo un 20 por ciento, y probablemente hasta más de un 60 por ciento de las estrellas similares al sol están en condiciones de formar a su alrededor planetas rocosos. Los resultados de Meyer se presentan hoy en la reunión anual de la Asociación norteamericana para el Avance de las Ciencias y se publicarán en la próxima edición de la revista Astrophisical Journal.
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