El tiempo es uniforme. El reloj que mueve y se mueve en el universo no tiene comienzo ni final, lo que no quita para que sea finito. Así presenta el panorama, sin duda global, Peter Lynds, un teórico de Nueva Zelanda que ni siquiera cursó los estudios universitarios de Física y que, sin embargo, está revolucionando la cosmología. El artículo seminal se publicó en la prestigiosa revista «Foundations of Phisics Letters», en agosto de 2003, pero es ahora cuando está desatando un enorme interés y controversia. Lynds tiene actualmente 31 años y está preparando otra publicación para la revista «Filosofía de la Ciencia» sobre las aporías de Zenón, tan relacionadas con sus planteamientos sobre el espacio y el tiempo.
La nueva teoría se enfrenta con el misterio, tan antiguo como el hombre, del origen del universo, una cuestión desde siempre plagada de problemas y fuente de innumerables paradojas. Un problema endémico que ahora cuenta con una solución revolucionaria, ya que Lynds ofrece nada menos que una nueva forma de interpretar el concepto de tiempo.
La novedad enlaza a nivel filosófico con planteamientos clásicos en los que aparece de una forma central la visión cíclica del tiempo. Ésa es la hipótesis de las primeras figuras del pensamiento de la Grecia clásica como Platón y Aristóteles. O de los orígenes del mundo moderno con Leonardo da Vinci, que enlazan con las creencias influenciadas por el calendario cristiano y la Biblia sobre un tiempo lineal, ahora tan profundamente enraizado en el pensamiento occidental moderno.
El nuevo planteamiento que patrocina Peter Lynds considera la segunda ley de la termodinámica, uno de los fundamentos de la física, y la explicación consiguiente de por qué en la naturaleza siempre se producen sucesos que sólo se desarrollan en una dirección, en la dirección privilegiada del tiempo.
La segunda ley de la termodinámica se relaciona con el hecho de que el calor nunca puede pasar espontáneamente de un cuerpo más frío a otro más caliente. La capacidad del calor para dispersarse le hace fluir indefectiblemente hacia zonas frías. Debido a esto, los procesos naturales que implican transferencia de energía tienen dirección y son irreversibles.
Así las cosas, la cuestión es ¿qué sucedería si, debido a ciertas condiciones físicas extremas, el calor no pudiera fluir hacia una zona fría y se viera forzado a fluir hacia una zona más caliente?
En su teoría, Lynds postula que, alternativamente, en vez de esa tendencia forzada y la consiguiente quiebra de la segunda ley de la termodinámica, ocurriría otra cosa: se invertiría el orden de los sucesos. Dicho de otra forma, justo antes de que el universo colapse gravitacionalmente en un Big Crunch -gran implosión final, simétrica y de sentido inverso al Big Bang, gran explosión inicial- o que la materia alcance el centro de un agujero negro, el orden de los eventos debería invertir su dirección.
Suponiendo que todas las leyes de la física -con la excepción precisamente de la segunda ley de la termodinámica- son reversibles en el tiempo y funcionan igualmente bien en ambas direcciones, Lynds afirma que no se contravendría nada por tal reversión, circunstancia que también permitiría sostener la segunda ley de la termodinámica.
Esto contrasta con teorías anteriores que implican la reversión termodinámica del tiempo, incluyendo la de Thomas Gold en los años 60 y la de Stephen Hawking en los 80, que implican romper la segunda ley de la termodinámica. Tales teorías siempre han sido descartadas por los científicos debido a las contradicciones que surgen por la violación de la segunda ley. Sin embargo, la teoría de Lynds evita esas contradicciones.
El teórico neozelandés afirma que, si dentro de muchos miles de millones de años el universo deja de expandirse y se contrae en un Big Crunch, el nuevo concepto de la reversión termodinámica del tiempo conduciría a un esquema coherente de un cosmos en el cual no hay diferencia entre pasado y futuro.
Sobre el Big Bang, podría decirse igualmente que ocurre en el pasado o en el futuro del Big Crunch. Esto implica que el Big Bang y el Big Crunch podrían ser uno la causa del otro.
Noticia publicada en La Nueva España