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Como el agua y el aceite, la física y la empresa se mezclan muy raramente, mucho menos que en otros países. Los nuevos universitarios que eligen la carrera tienen la vista puesta en ser profesores o en la investigación; la licenciatura y el doctorado se orientan principalmente a las especialidades más teóricas, y las empresas tampoco valoran las capacidades de un físico como en otros países.

El foro El físico como profesional de la innovación tecnológica aborda esta semana en la Fundación Ramón Areces la relación entre los físicos y las empresas. El presidente de la Real Sociedad Española de Física y del comité organizador, Antonio Fernández-Rañada, considera una "anomalía del sistema español de innovación" la escasa presencia de doctores en las empresas, que no llegan al 10%, cuando en Alemania alcanzan al 50% y en los países del norte de Europa al 70%.

"La sociedad, en concreto los empresarios, tienen la idea equivocada de que los físicos hacen cosas fantásticas pero muy alejadas de la gente", opina. "Los aparatos tecnológicos, el láser, todo está basado en descubrimientos físicos". Incluso algo tan abstracto como la relatividad general, añade, también se tiene en cuenta en la programación de los GPS.

El número de estudiantes que termina el bachillerato y que opta por la física ha bajado en los últimos años más todavía que en otras carreras, como las ingenierías, y quienes la empiezan suelen tener la idea de quedarse en la universidad, investigando y dando clases. Los que piensan en la empresa privada suelen optar por una ingeniería. Para que eso cambie hace falta un cambio de mentalidad entre el profesorado. "Está muy bien dedicarse a las grandes cuestiones, hacer ciencia básica, yo mismo me dedico a ella", explica Fernández-Rañada, "pero también hay que hacer la aplicada. Me presentan tesis doctorales con ideas muy buenas, pero se acaban aplicando en otros países. La universidad cuesta mucho dinero, es justo que se utilice para mejorar la competitividad de las empresas".

Incluso en EE UU, donde la colaboración pública y privada es mayor, hay cierto debate sobre si estas relaciones desnaturalizan los objetivos de la universidad. El físico José Antonio Tagle, director de Innovación de Iberdrola, y con una larga experiencia en la universidad a sus espaldas, lo tiene claro. "El espíritu de Berkeley nunca se ha puesto en venta por eso. Las empresas se mueven y las cátedras se quedan obsoletas, no se puede permitir que no se escuche a las empresas a la hora de hacer los planes de estudios."

Los licenciados son pocos y no tienen casi paro; aunque es difícil quedarse en la universidad, suelen encontrar acomodo en la educación secundaria y en las empresas. Lo raro es que consigan trabajar en lo suyo. "Hay pocas industrias que hagan investigación", subraya Tagle. Los doctorados tampoco están valorados como en otros países. "Aquí se considera un adorno", afirma Fernández-Rañada. Para remediarlo, recomienda colaboraciones como la que tenía su universidad, la Complutense de Madrid, con Lucent para que los doctorandos hicieran parte de su trabajo en la empresa. "El Gobierno está yendo en esa dirección", reconoce.

Este nuevo enfoque contribuiría a evitar la fuga de talentos a otros países, aunque ese no es un problema exclusivo de España, sino también de la UE, "donde se estimula menos el talento individual que en EE UU debido a su concepción más igualitaria de la sociedad, aunque también tenga su lado positivo", matiza el presidente de los físicos.

El cambio requiere también esfuerzo dentro de las empresas para que sepan valorar a la gente por lo que son más que por lo que se les supone. Manuel Poza, asesor de la fundación para la innovación Cotec y ya jubilado de su trabajo en Alcatel, destaca que en las multinacionales no se presta tanta atención como en España a la carrera que se ha hecho, sino "a la iniciativa del individuo. Nadie pregunta qué eres ni de dónde vienes". En todo caso, como señala Tagle, los físicos son "muy versátiles", y siempre podrán encontrar acomodo en mundos como el de las finanzas o el del clima.

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