Decir que la obesidad es contagiosa puede parecer disparatado. Pero cada vez hay más evidencia científica de que esta epidemia mundial, que se propaga como si fuera un virus, también está originada por uno de ellos. Al menos, en algunos casos. La última prueba la proporcionan investigadores de la Universidad de Louisiana en Estados Unidos. Recientemente, durante el congreso de la Sociedad Americana de Química, presentaron un sorprendente estudio que conecta la infección por un adenovirus -el virus que causa el catarro- con la obesidad y el exceso de peso.
El hallazgo plantea la posibilidad de desarrollar una vacuna o utilizar un tratamiento antiviral para frenar ciertos tipos de obesidad con una diana clara: el adenovirus 36 (AD 36).
Ese es el nuevo enemigo de las personas con sobrepeso. El AD 36 es el miembro de una familia de virus que incluye 50 cepas. Cuando se introduce en el organismo humano puede causar infecciones respiratorias, gastroenteritis, conjuntivitis y otros trastornos de escasa gravedad y corta duración.
Ahora se sabe que, además, este inocente virus puede transformar las células madre del tejido adiposo en células grasas. En experimentos en laboratorio, los científicos de la Universidad de Louisiana han visto cómo esas mismas células madre no se transforman en adiposas si no entran en contacto con el adenovirus. También identificaron un gen específico en el adenovirus que parece estar involucrado en ese efecto promotor de la obesidad.
«No decimos que un virus sea la única causa de obesidad. Ni que todas las personas infectadas engorden, pero nuestro estudio proporciona evidencia sólida de que algunos casos están relacionados con las infecciones víricas», advirtió Magdalena Pasarica, autora de la investigación junto a Nikhil Dhurandhar.
No es la primera vez que este grupo de científicos ofrece una explicación a la obesidad que se aleja de la genética, las dietas hipercalóricas y del sedentarismo. En un estudio anterior demostraron que pollos y ratones infectados con el virus AD36 llevaba a los animales infectados a engordar y a duplicar su almacén de grasa.
Ahora, para este nuevo experimento, los científicos utilizaron células madre adultas de tejido graso de pacientes que habían pasado por una liposucción. La mitad de estas células fueron expuestas al virus y la otra mitad no. Tras una semana de crecimiento en cultivo, la mayoría de las células madre adultas infectadas por el virus se convirtieron en células grasas y las que no estaban infectadas se mantuvieron invariables. Es la primera vez que se demuestra que este virus podría provocar en el organismo humano un aumento de los niveles de grasa.
Al parecer, lo que podría incentivar la transformación de esas células es un gen llamado E4Orfl. Los futuros tratamientos dirigidos a prevenir o inhibir este virus de la obesidad tendrían como diana ese gen.
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