El pronóstico para Europa, demográficamente hablando, no es muy alentador. En materia de gasto sanitario tampoco. Con una población envejecida, debido al incremento de la esperanza de vida, sumado a la baja natalidad y el incremento de las enfermedades neurológicas y degenerativas, que afecta a un 16% de la población, tiene en jaque a la salud pública.
Los trastornos neurológicos afectan a más de 80 millones de personas en el Viejo Continente. Del conjunto de trastornos que encierra esta especialidad, hay una en particular que tiene en la mira a la población adulta joven: la Esclerosis Múltiple. En el 2010, el 1% de la población europea, tendrá EM, una enfermedad degenerativa. Esta situación plantea nuevos retos, entre ellos la gestión del gasto social y sanitario.
El estrato de la población que diagnosticada, representa a la población activa, un 45%, y parte de ella está siendo perjudicada por una enfermedad crónica y discapacitante. Sus repercusiones a nivel personal, social, laboral y económico son una constante en torno a la EM, una dolencia que afecta a más de 2,5 millones de personas en el mundo. Hallar el mecanismo, así como el origen de la afección, es uno de los objetivos de la comunidad científica. Ante los constantes avances, las investigaciones sobre el desarrollo de los medicamentos para controlar los brotes son cada vez más certeras.
Esta enfermedad, afecta a más 350.000 casos en Europa, mientras que en América Latina hay 30.000 enfermos. Las estimaciones indican que dentro 5 años, en Europa, convivirán 400.000 adultos jóvenes con EM.
De causa desconocida es una de las enfermedades con más líneas de investigación en curso alrededor del mundo. Es uno de los retos de la ciencia. El mapa genético está siendo analizado, en busca del eslabón perdido, en el que se descifren los secretos de una de las enfermedades crónicas y discapacitantes, más frecuente en adultos jóvenes por detrás de los accidentes de tránsito.
Desde que la esclerosis múltiple se describió por primera vez en el año 1868, los científicos están tratado de conocer la relación de los factores genéticos y ambientales que interfieren en la aparición de este trastorno neurodegenerativo.
La EM es una enfermedad autoinmune que afecta al sistema nervioso central, está siendo investigada. De acuerdo al estudio epidemiológico realizado por el centro de investigación Príncipe Felipe (CIPF), llevada a cabo por el departamento d Esclerosis Múltiple, comprobaron que durante las últimas décadas el incremento de nuevos casos en el mundo fue generalizados, constatando el aumento de la incidencia y preagencia de esta enfermedad en determinadas zonas geográficas, entre la que Europa está presente.
La mayoría de las personas diagnosticadas empiezan a sentir los primeros síntomas, que suelen afectar la vista, la movilidad, sensibilidad o el equilibrio, entre los 20 y los 40 años, con prevalencia en las personas de raza blanca, y en particular mujeres, quienes tienen más del doble de posibilidades de contraer la enfermedad.
La EM es una enfermedad del sistema nervioso central que afecta al cerebro y a la médula espinal. La enfermedad se produce cuando la mielina (funda proteica y grasa que recubre los axones o conectores de las células nerviosas de la médula espinal y del cerebro) se destruye por causas que aún se desconocen. Esto provoca que la transmisión de los impulsos nerviosos sea incorrecta, lo que se readuce en síntomas dispares dependiendo de la zona en la que haya desaparecido la sustancia blanca. No tiene un patrón previsible o establecido.
Mientras que en Europa tiene una incidencia de 60 casos por cada 100.000 habitantes, en América Latina es de 20 casos cada 100.000 habitantes.
La EM es una enfermedad de alto impacto, tanto por la población a la que afecta, como por ser crónica y discapacitante, así como por los costos que genera.
Los gastos que origina, tanto sanitarios (medicamentos, resonancia magnética, estudios de campos evocados, análisis de sangre, internaciones, etc) como no sanitarios (entre los que se encuentran los sueldos de los cuidadores, salarios perdidos, días de licencia, etc.) oscilan entre los 18.000 a los 91.000 euros anuales por paciente. Otra de las consecuencias que acarrea esta enfermedad es la disminución de la capacidad laboral, de integración social y así como la calidad de vida, de ahí a sus altos cotos.
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