El Parque Nacional del Teide es, desde este jueves, Patrimonio de la Humanidad por los tesoros naturales que encierra en sus 18.900 hectáreas de superficie. Es el volcán más grande de Europa y el tercero del planeta, y se erige sobre restos de edificaciones volcánicas, cuyo desmantelamiento comenzó hace un millón de años, que han dado lugar a la existencia de rocas de distintas edades.
Tres calderas, raíces, conductos, chimeneas que alimentaron erupciones del pasado, coladas de lava, tubos volcánicos, fumarolas sulfurosas aún activas, malpaíses o depósitos de material de expulsión son algunos de los elementos caracterizan al Parque Nacional y que, al darse en un espacio tan pequeño y accesible para fines educativos e investigadores, le confieren su excepcionalidad y lo convierten en un laboratorio natural al que se rinde el conocimiento de todo el mundo.
Sin embargo, este rico espacio se ha visto obligado a superar las distintas amenazas a las que, durante siglos, se ha visto sometido debido a la acción del hombre. Los expertos apuntan al pastoreo aborigen como el efecto más devastador, al haber puesto en peligro de extinción numerosas especies. No obstante, biólogos de gran prestigio aseguran que, a pesar de la enorme presión que implica el uso diario del Parque Nacional por el hombre, se ha logrado mantener un espectáculo de enorme belleza y singularidad, mientras que el panorama futuro del espacio protegido es alentador gracias a una protección que los especialistas consideran positiva.
Este hecho es confirmado por el Ministerio de Medio Ambiente en la argumentación de su propuesta, en la que dice que, a pesar de los múltiples aspectos que durante la historia han venido afectando negativamente al ecosistema natural de Las Cañadas, el aspecto actual de la vegetación es sorprendente, como atestigua un reciente análisis que desvela un balance positivo de los cambios en superficie cubierta por el matorral de cumbre, al comparar su progresión desde 1964 a 1996.
Del conjunto de recursos naturales del Parque, sólo la flora atestigua la herencia de afecciones relacionadas con factores de amenaza, así como por los herbívoros introducidos. No obstante, desde el año 1988, las especies amenazadas han sido objeto de un plan de recuperación que ha permitido estabilizar sus poblaciones y limitar todo tipo de peligros.
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