Dentro de unos meses comenzará a las afueras de Ginebra el experimento de física de partículas más ambicioso de la historia. El Gran Colisionador de Hadrones (LHC, de sus siglas en inglés), una gigantesca infraestructura que se extiende a lo largo de 27 kilómetros a 100 metros de profundidad, permitirá desvelar -si todo va bien- algunos de los grandes secretos sobre los componentes y el funcionamiento del Universo. El colisionador acelerará grandes haces de protones hasta el 99,999999 por ciento de la velocidad de la luz y los hará chocar recreando las condiciones que se dieron una fracción de segundo después del Big Bang. De entre los restos del «siniestro», los científicos tratarán de extraer información clave para comprender cómo funcionan los componentes fundamentales de la realidad física.
Cuando el experimento esté en marcha, probablemente a principios de 2008, producirá cuatro millones de megabytes de información cada hora y mantendrá ocupados a casi la mitad de los físicos de partículas del planeta. Entre ellos, muchos de los que trabajan en el valenciano Instituto de Física Corpuscular, un centro mixto del Centro Superior de Investigaciones Científicas y la Universidad de Valencia, pionero en la investigación de la Física de Altas Energías en España.
Este grupo trabajará en el Atlas, uno de los experimentos del LHC en el que colaboran con casi 2000 físicos de 35 países. «Hemos trabajado en el desarrollo de los detectores, en comprobar prototipos para el calorímetro hadrónico y el detector de trazas de silicio y después en su instalación en el CERN y en el desarrollo de la electrónica para poder leer las señales de los detectores», explica Carmen García, física experimental del IFIC. El experimento que pronto se iniciará es, en parte, el fruto de 12 años de trabajo de entre 25 y 30 científicos del centro valenciano.
El objetivo del descomunal despliegue es, curiosamente, buscar una diminuta partícula conocida como boson de Higgs que completaría el Modelo Estándar de Física de Partículas. «Este modelo explica todas las partículas y sus interacciones, pero hay una parte que no está explicada, no se sabe por qué las partículas tienen masa», indica García. De hecho, de acuerdo con el modelo, las partículas fundamentales no deberían tenerla.
Encontrar esta «partícula angular» implicaría que el vacío espacial no es tal. En realidad, todo estaría permeado por un campo invisible -el campo de Higgs- que actuaría a modo de melaza cósmica, atravesaría la materia y ejercería sobre ella una fuerza de arrastre para dotar de masa a partículas que de otro modo no la tendrían.
«El objetivo principal es encontrar el Higgs, pero también buscaremos otras cosas predichas en la teoría o que no estén predichas», explica la investigadora del IFIC. «A veces -continúa- es incluso más interesante encontrar cosas que la teoría no prediga; estamos abiertos a todo». En opinión de García «lo evidente sería que esta partícula se encuentre, pero lo interesante podría ser que no se encuentre, porque daría pie a pensar de otra forma y abrir otros caminos. Lo malo sería que no se encontrase nada, porque cuando no encuentras nada no sabes si es que no has buscado bien o es que realmente no había nada; un resultado negativo es muy difícil de probar», concluye.
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