El pasado 7 de mayo se dio a conocer al mundo la noticia del registro de la explosión estelar más brillante en la historia, fue una estrella súper masiva que había terminado su vida de forma muy repentina y espectacular. El observatorio Chandra de Rayos X de la NASA fue el que hizo la observación del fenómeno.
Este descubrimiento ha llevado a pensar que las explosiones de estrellas enormes fueron relativamente comunes en las etapas tempranas del universo.
“Ésta fue una explosión verdaderamente monstruosa, cientos de veces mayor que la de una supernova típica”, dijo Nathan Smith, de la Universidad de California (Berkeley), quien encabeza el equipo de astrónomos de esa universidad y de la de Texas. “Esto significa que la estrella que explotó podría tener el mayor tamaño que puedan alcanzar los astros, unas 150 veces el tamaño del Sol”, añadió. “Jamás antes habíamos visto algo así”.
Descubrir supernovas se ha vuelto algo, de cierta manera, común para los astrónomos; solamente el año pasado se tiene un registro de 500 de ellas, pero ésta (SN 2006gy) mostró que la muerte de estrellas de esta magnitud es algo totalmente distinto a las observaciones hechas hasta hoy y a las predicciones que se pudieran tener al respecto.
Las supernovas ocurren cuando las estrellas más grandes agotan todo su combustible y se destruyen por su propia gravedad, pero los astrónomos creen que en el caso de SN 2006gy las circunstancias pueden haber sido diferentes. Explicaron que, al parecer, SN 2006gy expelió una gran cantidad de masa antes de la explosión. Bajo ciertas condiciones, el núcleo de una estrella mayor produce tanta luz de rayos gamma que una porción de la energía de la radiación se convierte en pares de partículas y antipartículas. La disminución de energía que resulta de ello hace que la estrella sufra una baja de presión en su interior y se comprima por su propia gravedad. Después de la compresión ocurren reacciones termonucleares y la estrella explota, dispersando los restos en el espacio.
SN 2006gy se encuentra a 240 millones de años luz de la Tierra en la galaxia NGC 1260. En otras palabras, la estrella explotó 170 millones de años antes de que los dinosaurios dijeran adiós a la faz de nuestro planeta. Cuando aún no existía el primer mamífero siquiera.
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