Vladimir Ávila-Reese, investigador del Instituto de Astronomía (IA) de la UNAM, y sus colaboradores desarrollaron un novedoso método para reconstruir la historia del universo que, al mismo tiempo, permite el estudio de la energía oscura.
Para ello usan los estallidos de rayos gamma (ERG) como “faros cósmicos”.
El universitario, en conjunto con colegas italianos del Observatorio Astronómico de Brera, ha logrado de esa forma obtener interesantes resultados y determinar la historia de expansión del universo hasta épocas nunca antes logradas: menos de la décima parte de su edad actual, que es de 13 mil 700 millones de años.
Antes, con el uso de supernovas de tipo 1a como indicadores de distancia, se había podido hacer esta clase de estudios, pero sólo hasta épocas correspondientes a menos de la mitad de la edad actual.
Las supernovas, a pesar de ser explosiones potentes, no pueden detectarse a mayores distancias, aunque con ellas se llegó a descubrir que el cosmos se está expandiendo cada vez más rápido.
“Con los ERG largos hemos llegado a tiempos remotos, lo cual hace posible tener más precisión en la determinación de cómo se ha ensanchado el universo y, por ende, inferir las propiedades de su contenido, en especial de ese componente tan extraño, tan misterioso, que es la energía oscura, misma que constituye el 73 por ciento del cosmos actualmente y que se considera es la causa de la aceleración en su expansión”, refirió.
El experto explicó que los rayos gamma son la radiación más energética en la naturaleza. Se producen típicamente en procesos violentos, por ejemplo, al estallar una bomba atómica.
En el caso de los ERG largos, los rayos gamma se generan cuando una estrella grande –30 a 60 veces más masiva que el Sol– explota al morir. Su núcleo se colapsa en un hoyo negro rotante que “devora” las partes estelares externas.
Al caer en el agujero, ese material forma un disco que rota tan rápido que se calienta hasta emitir chorros con energías equivalentes a trillones de soles juntos por varios segundos, en los cuales se producen los rayos gamma, añadió.
Los rayos gamma no llegan a la superficie terrestre; de hacerlo no habría vida, pues es una radiación que destruye las células. Para detectarlos se requieren satélites, como el Swift, de la NASA, el cual descubre en promedio un ERG cada 3 o 4 días desde hace dos años, puntualizó.
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