Y vaya que era gigante, el Megaloceros giganteus fue en su tiempo (desde el Pleistoceno tardío hasta el Holoceno) uno de los mamíferos más grandes de las estepas, una presa mayor para nuestros ancestros, fuente de proteínas para la tribu durante una semana. Las formidables cornamentas del macho medían 3,6 metros de punta a punta, es decir el largo de un automovil compacto, la altura del animal hasta los hombros era de 2,10 metros, avistar un macho de gran tamaño debió ser un espectáculo grandioso y al mismo tiempo atemorizante.
Los ciervos gigantes eran animales de estepa que vivían en los territorios que las masas glaciares no habían sepultado, distribuyéndose por el norte de Europa y Asia sin haber llegado a Norteamérica. Se alimentaban de hierbas y arbustos y tenían como depredadores el león de las cavernas, el hombre moderno y el neanderthal. Si bien parece que el ser humano incidió en la desaparición de esta especie, probablemente el mayor factor de su extinción fue el progresivo aumento de las temperaturas al terminarse la última era glacial, cambio climático que reemplazó la flora de la que se alimentaba el ciervo gigante con otras variedades de flora. Los últimos reductos del Megaloceros giganteus existieron en Irlanda y en Siberia occidental, en esta última región los ciervos presenciaron la transición de los hombres cazadores-recolectores a granjeros en el neolítico 5 mil años antes de Cristo.