Dicha hipótesis abriría horizontes nuevos en el conocimiento de la realidad y podría ser la puerta de entrada a mundos tan insospechados como reales. Comenzaremos por un intento de reducir a esquema el fenómeno de transmisión del pensamiento sin mediación sensorial, llamado a veces telepatía. En una primera aproximación nos abstendremos de formular ninguna afirmación sobre la realidad de dicho fenómeno. En otros términos, no nos pronunciaremos acerca de la cuestión, nada baladí, consistente en reconocer si hay o no hay casos probados de comunicación telepática o parasensorial. Por el momento nos limitamos a describir algunas características que tal presunta intercomunicación presentaría.
La estimulación cerebral
En la medida en que hoy se conocen los procesos cerebrales no es posible que se desencadene ningún proceso cerebral sin que haya un estímulo sensorial que lo desencadene. Quienes interpretan el pensamiento como un proceso bioquímico defienden que el pensamiento o la acción mental (reducida a proceso bioquímico) sólo puede ponerse en marcha merced a un estímulo físico o químico (luminoso, calorífico, táctil, sonoro …) aplicado a los sentidos del sujeto. Quienes defienden el reduccionismo de las operaciones mentales a operaciones físico-químicas se encuentran poco inclinados a admitir factores extramateriales o extrabioquímicos en el momento de interpretar el psiquismo humano.
La “hipótesis telepática” admitiría que al menos en determinados casos, en circunstancias especiales, aún poco determinadas, cabe la posibilidad de que una “mente” (actuando como “receptora”) sea estimulada, sin estímulos s ensoriales interpuestos, por la actuación de otra “mente” (“emisora”) que, repetimos, actúa supuestamente de modo directo sin la mediación de la voz, el tacto u otro medio de excitación sensorial.
Consecuencias de la hipótesis telepática
Dada por válida la hipótesis telepática, es decir admitiendo que al menos en algunos supuestos se verifica una interacción directa entre mentes sin mediación sensorial y bioquímica, habría que admitir importantes consecuencias del hecho.
Una sería que la mente, al menos en algunos supuestos, admite estimulaciones o mensajes que no tienen un soporte bioquímico. Ello restaría fuerza a las interpretaciones que reducen el fenómeno mental a procesos bioquímicos. Entendemos con ello que todas las investigaciones encaminadas a establecer con rigor la esencia y las especificaciones del hipotético fenómeno telepático servirían al mismo tiempo para adquirir conocimientos más profundos sobre la naturaleza y propiedades de la “psique” humana cuya interpretación como simple fenómeno bioquímico quedaría cuestionada.
Una nueva modalidad de interacción a distancia
Otra significativa consecuencia de la detección (en su caso) de interacciones telepáticas, realizada con metodología rigurosa, sería la identificación de una nueva modalidad de interacción a distancia. Es sabido que en el actual estado del saber científico las únicas modalidades de interacción entre objetos situados en distintas localizaciones espaciales (llamadas a veces fuerzas a distancia) son la interacción o fuerza gravitatoria (ejercida entre masas) y la interacción electromagnética (ejercida entre cargas eléctricas, bien estáticas, bien en movimiento).
Si se detectase sin dejar lugar a dudas la existencia de fenómenos telepáticos y, si gracias a precauciones experimentales apropiadas, pudiese descartarse que tal interacción telepática se realizase como consecuencia de interacciones gravitatorias o electromagnéticas, se habría encontrado una nueva modalidad de interacción a distancia, no gravitatoria ni electromagnética, sino realizada mediante una modalidad de interacción a distancia desconocida hasta el presente. Este hecho sería una puerta abierta a nuevos horizontes de la física; es decir, del conocimiento de la naturaleza.
El hallazgo de lo “extra-espacial” o “extra-corpóreo”
Como hipótesis de trabajo cabría añadir que si, como sugieren algunas observaciones, la “eficacia” de la interacción telepática mutua no se atenuase al incrementarse la distancia entre emisor y receptor, habría que deducir que no existe distancia entre los sujetos mentales y que todos ellos existen en un mismo “recinto mental” carente de dimensiones espaciales.
En otras palabras, se habría establecido un carácter extra-corpóreo o extra-espacial para la faceta mental de la persona que contradeciría el discurso reduccionista hoy tal vez predominante en los antropólogos. Empleando una terminología con muchos siglos de antigüedad estaríamos en presencia de “lo espiritual”, es decir, de lo no ligado a condicionamientos espaciales o corpóreos.
Las tesis que reducen la función mental a funciones bioquímicas tendrían más dificultad en interpretar la telepatía, ya que habrían de admitir que esa nueva forma de interacción (no gravitatoria ni electromagnética) tuviese a la simple materia cerebral como agentes emisor y receptor respectivamente. Pero parece difícil admitir que exista tal fuerza y que nunca se haya puesto de manifiesto su existencia en el curso de los prolijos y casi infinitos trabajos de observación y experimentación de la naturaleza llevados a cabo en los últimos siglos.
La inserción de lo mental en lo bioquímico
La confirmación de la “hipótesis telepática” situaría, pues, ante un dilema: o bien la interacción telepática se realiza entre los contenidos materiales del emisor y receptor, en virtud de una nueva fuerza hasta ahora desconocida (lo que parece difícil de aceptar), o bien es un fenómeno debido a que hay en el emisor y el receptor unos respectivos “factores mentales” extradimensionales, que se encuentran en comunicación directa por no serles aplicables ni los condicionamientos de localización espacial, ni de distancia o separación entre ellos.
Se debe reconocer en todo caso que la aceptación de la segunda alternativa del dilema suscita un problema, ya planteado desde tiempos remotos. Si se admite el “factor mental” extraespacial y extracorpóreo, no reducible a la bioquímica, habría ulteriormente que explicar en qué forma dicho factor no bioquímico interactúa con los procesos bioquímicos corpóreos, implicados en la cadena de procesos que intervienen en la fenomenología completa del supuesto fenómeno telepático.
Dada la transcendencia científica y humana de la cuestión, han de saludarse con aprecio y aplauso los esfuerzos rigurosos realizados en orden a alcanzar un conocimiento riguroso de la hipótesis telepática.
Gabriel Lorente es Profesor Titular de Física en la Universidad Nacional de Educación a Distancia, Madrid.
Publicado originalmente en Tendencias 21