Si se elimina alguna norma, el conjunto es incompleto, queda algún posible conflicto sin evitar o resolver. Si se altera alguna norma, el conjunto es arbitrario y perjudicial para los seres humanos. Si se añade alguna norma relevante, el conjunto resulta contradictorio o redundante. Las normas éticas deben ser coherentes, consistentes, sin contradicciones, ya que basta una contradicción para destruir un sistema lógico (de una contradicción puede deducirse cualquier cosa).
La ética como ciencia intenta construir sistemas lógicos basados en principios abstractos universales, concentrados de conocimiento tan simples como sea posible y que abarquen ámbitos tan amplios como sea posible. Normas legales aplicadas y concretas pueden unificarse y deducirse de normas éticas más fundamentales, generales y universales.
Muchas morales son sistemas normativos que enumeran listas potencialmente interminables de acciones prohibidas y obligatorias. Si no están basadas en principios sólidos universales y simétricos es posible que las normas sean contradictorias entre sí, que en una situación concreta sea necesario aplicar normas que den instrucciones contrarias. Si la razón de ser de las normas no se comprende su cumplimiento se convierte en un automatismo irracional peligroso, porque las normas pueden ser inadecuadas, o adecuadas en unas situaciones pero no en otras. Muchas morales pretenden ser absolutas pero tienden a ser revisadas y corregidas según muestran sus limitaciones.
Intentar enumerar todas las acciones humanas posibles y sus efectos concretos no es conforme a la concisión científica ni resulta práctico: cuantas más normas haya más difícil será conocerlas, entenderlas, recordarlas y cumplirlas todas. Las normas éticas buscan reconocer dónde hay conflictos y evitarlos o resolverlos, pero una cantidad excesiva de normas puede ser fuente de más conflictos: como el uso de la fuerza está justificado para conseguir el cumplimiento de las normas éticas, cuantas más haya más fuerza es necesario utilizar. La acción humana necesita alternativas, y toda norma restringe las alternativas legítimas. Cuantas más normas haya más difícil es gestionar y comprobar su cumplimiento. Para que una norma se acepte como ética es necesario demostrar que es imprescindible o muy conveniente: la carga de la prueba corresponde a quien quiere añadir normas.
Las normas éticas distinguen diferentes tipos de acciones y relaciones entre seres humanos. Toda acción humana es un evento causado cuyas consecuencias directas pueden afectar al propio actor y a sus posesiones, y a otras personas y sus posesiones. Las normas éticas pretenden evitar los sucesos dañinos y permitir los sucesos beneficiosos, teniendo en cuenta que los seres humanos valoran de forma subjetiva, positiva o negativamente, los hechos que les afectan. Una misma acción puede tener múltiples efectos sobre diversos individuos y ser valorada de múltiples formas por las personas que se consideran afectadas. No existen el bien y el mal objetivos o absolutos, y quienes pretenden lo contrario simplemente imponen valoraciones arbitrarias a todos los demás.
La ética debe distinguir claramente entre lo positivo, lo neutro y lo negativo. No hacer el bien no es lo mismo que hacer el mal. No hacer el mal no es lo mismo que hacer el bien. Hacer el mal es negativo, no hacer el mal es neutro, no hacer el bien es neutro, y hacer el bien es positivo. Es radicalmente distinto agredir a una persona (negativo) que no ayudar a una persona (neutro). A realidades distintas les corresponden categorías éticas diferentes.
Los sistemas normativos éticos pueden construirse mediante generación exhaustiva y análisis de alternativas lógicamente posibles según criterios de universalidad y simetría, eliminación de las que no cumplan requisitos de adecuación al desarrollo humano mediante la resolución de conflictos, y aceptación de los sistemas (o sistema si sólo queda uno) adecuados. No son aceptables las normas que prohíban cosas imprescindibles para el desarrollo humano ni las que obliguen a cosas imposibles para las capacidades humanas.
Aplicando los criterios de universalidad sobre las acciones a los conceptos éticos de prohibido, opcional y obligatorio resultan varias combinaciones posibles: todo está prohibido (nada está permitido y nada es opcional), nada está prohibido (todo es obligatorio u opcional), todo es obligatorio (nada es opcional ni prohibido), nada es obligatorio (todo es opcional o prohibido), todo es opcional (nada está prohibido ni es obligatorio), nada es opcional (todo está prohibido o es obligatorio). Las normas éticas deben ser racionales, si unas cosas están prohibidas o son obligatorias y otras no es necesario explicar por qué, dar motivos o razones. Prohibir y obligar porque sí es absurdo.
Si todo está prohibido, ningún ser humano puede actuar de ninguna manera para mantenerse y sobrevivir, lo que implica la extinción de la especie humana. Considerar que todo está prohibido excepto lo que esté explícitamente permitido por las normas no es tampoco un punto de partida adecuado, ya que es absurdo que los seres humanos se limiten tanto a sí mismos e impidan su desarrollo. Las prohibiciones sirven para evitar conflictos pero lo habitual en las relaciones humanas es la ausencia de conflictos, los conflictos son lo excepcional.
Si todo está permitido, si no hay normas, es posible agredir a los demás y provocar conflictos o resolverlos por la fuerza, predominan los fuertes que someten a los débiles. Es un buen punto de partida si se le añaden las prohibiciones mínimas que minimicen los conflictos. Algunos ingenuos pueden creer que no hacen falta normas que legitimen el uso de la fuerza, que la buena voluntad y la disposición a dialogar son suficientes para resolver todos los conflictos: el problema es que algunos pueden no tener buena voluntad de diálogo y son capaces de imponerse por la fuerza si los demás no se defienden.
Que todo sea obligatorio es imposible para los seres humanos, ya que sólo son capaces de hacer una cosa renunciando a otras, no pueden hacer todo a la vez. Es igualmente inadecuado como punto de partida al cual ir quitando obligaciones. Que nada sea obligatorio es un buen punto de partida porque permite al ser humano actuar según sus preferencias. Cada obligación que se añada implica que todos los seres humanos deben cumplir ese deber constantemente de forma sistemática, consumiendo recursos escasos y dificultando o impidiendo que actúen de otras formas convenientes.
Por lo tanto el punto de partida adecuado es que por defecto nada está prohibido y nada es obligatorio, pero es necesario analizar qué prohibiciones y obligaciones son adecuadas para evitar conflictos. Es absurdo obligar a realizar acciones negativas y prohibir realizar acciones positivas, ambas opciones van contra el progreso humano. Tiene sentido prohibir realizar acciones negativas, que causen daños, pero el problema es que una acción puede ser positiva para unos y negativa para otros. No tiene sentido obligar a realizar acciones positivas para el propio actor, ya que esto es algo que toda persona hace de forma espontánea.
Es problemático obligar a realizar acciones positivas para otros a costa de efectos negativos para el actor: no es posible comparar valoraciones ni compensar efectos para obtener una utilidad neta; lo natural de la acción humana es hacer cosas por uno mismo y por los más próximos; esta norma implicaría una universalización del uso de la fuerza de todos contra todos para conseguir que todo el resto del mundo actúe asumiendo costes propios en beneficio de todos los demás. Luego no existen obligaciones ni deberes naturales, ni de acciones negativas ni positivas.
Antes que hacer el bien es necesario evitar hacer el mal. La ética no puede obligar a hacer el bien, pero puede prohibir hacer el mal. La única norma ética posible restante es la prohibición de las acciones negativas. Como las valoraciones de las personas ante los efectos de una misma acción pueden ser diferentes, es necesario determinar qué personas y sus valoraciones, su aprobación o desaprobación, son éticamente relevantes ante un conflicto: todos, algunos (muchos o pocos), uno o ninguno.
Publicado originalmente en Inteligencia y Libertad (España)