¿Qué hay más allá del Sistema Solar? El llamado espacio interestelar galáctico, lleno de gases y polvo. Antes, hay una serie de regiones ignotas, sólo teorizadas o apenas observadas. El cinturón de pequeños asteroides de hielo y roca de Kuiper y la nube de cometas de Oort, entre otros.
Dentro de pocos años, los científicos podrán observar in situ por primera vez estas áreas remotas gracias a la nave «Voyager 1», de cuyo lanzamiento se cumplen 30 años. El artefacto se ha convertido, y lo será durante décadas, en la nave que más lejos ha llegado jamás. Y en la primera que abandona el Sistema Solar, entendido como la zona de influencia del Sol o Heliosfera, ya que dos naves, además de las Voyager, han viajado más allá de Plutón, las «Pioneer 10» y «11», que transmitieron por última vez en 2003 y 1995 antes de perderse en el espacio.
El programa Voyager consta de dos artefactos lanzados desde Cabo Cañaveral entre el 20 de agosto y el 5 de septiembre de 1977. Su misión inicial se limitaba a estudiar los planetas del Sistema Solar de cerca. La primera de ellas se lanzó en dirección al sur del sistema, la segunda, hacia el norte. Ambas han cumplido de sobra con sus tareas, enviando valiosa información y sorprendentes imágenes -que hoy ya nos parecen cotidianas pero que en su día resultaron impactantes- de Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno y sus lunas. Previstas inicialmente para 5 años, las misiones se han podido prolongar gracias a los generadores termoeléctricos isotópicos que equipan las Voyager. De hecho, los científicos creen que aún podrían funcionar hasta 20 años más, aunque con la mayor parte de sus instrumentos apagados debido a que pierden potencia gradualmente.
Activo durante 87 años
Sus generadores nucleares se diseñaron para durar pocos años, pero el plutonio 238 que los alimenta -las armas nucleares utilizan plutonio 239- permanece activo hasta 87 años, aunque su radiación va perdiendo intensidad gradualmente. Los generadores arrancaron a una potencia de 470 watios, pero actualmente sólo dan 290, lo que ha obligado a apagar sus sistemas de escaneado y de medición de rayos ultravioleta. Diseñados como parte del programa Mariner, que envió las primeras imágenes de Marte, Venus y Mercurio, sus viajes han sido, sin embargo, mucho más épicos. El hallazgo de actividad volcánica en la luna de Júpiter Io fue su descubrimiento más sorprendente, aunque el más espectacular fue, para muchos astrónomos, el «infierno» de las tormentas de la atmósfera del gigante gaseoso.
Después de tres décadas de un viaje planetario vertiginoso y lleno de «carambolas», la «Voyager 1» se encuentra cerca de la heliopausa en dirección al sentido en el que el Sol viaja dentro de la Vía Láctea, es decir, en el límite de su influencia, a más del doble de la distancia que hay entre Plutón y el astro rey, o lo que es lo mismo, más de 15.000 millones de kilómetros, con lo que los datos que envía tardan 13 horas en alcanzar la Tierra. Navegando a una velocidad de vértigo, se aleja del Sol a un ritmo de 1,65 millones de kilómetros diarios, con lo que cubriría la distancia entre Madrid y Nueva York en apenas cinco minutos.
Viento solar
La heliopausa, cuya localización exacta ayudará a determinar, es la zona en la que el viento solar supersónico que domina nuestro sistema choca con la materia interestelar, creando turbulencias y desvaneciéndose entre los rayos cósmicos de la Vía Láctea.
Los científicos tienen la esperanza de que los datos recogidos por sus instrumentos sirvan de base para establecer la composición de la heliopausa y del espacio interestelar. Ahora se podrá comprobar in situ si todos los cálculos son correctos. Ésta es la parte de los experimentos que más gusta a los científicos, especialmente cuando los datos corroboran sus teorías.
También obtendrán datos sobre las zonas más remotas de la nave robótica «New Horizons». La NASA la lanzó el año pasado, y su misión principal es estudiar el «ex planeta» Plutón y el cinturón de Kuiper. Eso será a partir de 2015.
Publicado originalmente en La Razón (españa)