Investigadores de las universidades de Cambridge y Oxford en el Reino Unido y de Sídney, en Australia, han descubierto que un aumento del nivel de esta sustancia neuroquímica en el sistema nervioso de estos insectos es lo que les lleva a crear un enjambre.
Con ello, se da un paso en el estudio del control de las plagas de langostas, aunque "aún estamos lejos" de una solución, según el doctor Stephen Rogers, uno de los autores del estudio, que se publica en el último número de la revista Science.
El descubrimiento alberga "un potencial considerable" para lidiar con estos dañinos insectos si se halla una manera viable de devolver a las langostas a su fase solitaria, afirma por su parte el doctor Paul Anthony Stevenson.
Gregarios o solitarios
Miles de millones de langostas provocan periódicamente grandes pérdidas económicas, destrozando cultivos sobre todo en África y en China, aunque el pasado mes de noviembre, enjambres de más de seis kilómetros de largo también asolaron Australia.
Estos ortópteros tardan entre 5 y 8 horas en recorrer 96 kilómetros y pueden consumir a diario el equivalente a su peso. Pertenecen a la familia de los saltamontes, pero a diferencia de sus congéneres inofensivos, tienen la rara habilidad de llevar una existencia solitaria o gregaria, dos instrucciones genéticas contenidas en un mismo genoma.
Hasta 1921 se pensaba que las langostas solitarias y las gregarias eran especies diferentes, ya que se diferencian incluso físicamente. Lo que les empuja a adoptar una actitud gregaria es la escasez de alimentos, que les lleva a buscar nuevos pastos, donde coinciden con otros miembros de su especie.
La estimulación olfativa y el roce de las patas traseras de estos insectos al juntarse les lleva a adoptar actitudes gregarias, algo ya conocido por los científicos, que sin embargo llevaban 90 años intentando descifrar qué es lo que en última instancia desencadena un cambio tan dramático de comportamiento como el de formar un enjambre.
La acción de la serotonina
En el laboratorio, los investigadores convirtieron a langostas solitarias en gregarias en sólo dos horas tras estimular sus patas traseras con un pincel y permitir que vieran y olieran a otros congéneres, ha explicado Rogers, de la Universidad de Cambridge.
Durante este periodo crítico de comportamiento se analizaron las sustancias químicas presentes en su organismo y se encontró en sus ganglios torácicos un nivel tres veces mayor de lo normal de serotonina.
La serotonina es un neurotransmisor presente en todos los animales, incluyendo los humanos, clave para regular el modo en el que interactúan y en su humor y conocido también como "la hormona del placer".
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