El estudio ha tratado de investigar el éxito de los insectos silvestres a la hora de dejar descendencia y compara el comportamiento y la ascendencia de este tipo de animales marcándolos e investigando su ADN. El trabajo de campo fue realizado en el ambiente natural de los grillos, lo que ha permitido a los científicos descubrir facetas asombrosas sobre su forma de vida. Además, los investigadores también han podido comprobar cuáles son los comportamientos que hacen aumentar la descendencia de cada individuo concreto, algo que hasta ahora sólo se había podido hacer en laboratorio.
Más de centenar y medio de grillos (152) fueron seguidos día y noche a través de 96 cámaras infrarrojas de circuito cerrado que registraban cada uno de sus movimientos y sonidos durante la época de crianza. Una generación entera se desarrolló a lo largo de todo un verano ante las cámaras, dejando registro audiovisual de su comportamiento.
Huevos sin descendencia
El comportamiento de la pareja ha sido uno de los principales objetos del estudio. Los grillos son conocidos por el canto que los machos realizan para atraer a las hembras y poder procrear. Estas inyectan con posterioridad los huevos en la tierra, aunque deben enfrentarse a batallas constantes para asegurar sus refugios y evitar a los depredadores. Las hembras que hayan logrado sobrevivir para el verano habrán depositado cientos de huevos, pero muchas de ellas se quedan sin descendencia y son sólo unas pocas las afortunadas que sacan adelante una nueva generación que llegue a la madurez. En el caso de los machos los problemas de descendencia son aun mayores.
Los investigadores colocaron pequeñas placas adheridas al lomo de los grillos y además hicieron pequeñas biopsias de tejido para poder asegurar el ADN de cada uno de ellos. De este modo se podía controlar con exactitud los comportamientos, la selección de pareja, el tiempo que machos y hembras pasan juntos o las peleas por la pareja. En total se recolectaron más de 250.000 horas de vídeo.
El estudio desvela un aspecto interesante: no existe una correlación directa entre el poder de atracción sexual y la habilidad para generar una descendencia mayor. Los machos dominantes solían tener menos compañeras que aquellos que perdían más batallas, pero finalmente tenían la misma descendencia. Otra de las revelaciones curiosas del estudio es la relación entre la descendencia y la promiscuidad: aquellos que tuvieron más parejas consiguieron reproducirse más. Esto –y aquí viene lo realmente sorprendente– afecta a los machos, de los que se esperaba un comportamiento así, pero también a las hembras. De este modo ellas se aseguran una muestra de esperma mucho mayor que con un solo compañero, lo que amplía las posibilidades de fecundación.
Modelo natural
“Los machos que cantan más tienden a ser más fuertes y saludables, de modo que son más capaces de producir una descendencia fuerte y con salud, lo que explica por qué las hembras los prefieren”, explica el biólogo español Rolando Rodríguez Muñoz, primer autor del artículo e investigador de la Universidad de Exeter. “De todos modos, el canto no parece importar mucho en relación con el éxito en la esperanza de vida de los machos, quizás porque a las hembras no les importa el canto si el macho tiene otros aspectos positivos”, continúa.
Tom Tregenza, profesor en el campus de Cornualles y coautor del artículo de Science, asegura que este culebrón de los grillos “es un modelo de las complicaciones de la vida en muchas especies, nos cuenta mucho sobre cómo funciona la selección natural” en la vida salvaje. “Y además, hemos visto muchísimos comportamientos salvajes nunca vistos hasta ahora en televisión”, bromea.
Noticia publicada en El Confidencial (España)