Ni volaban de árbol en árbol como los pajarillos modernos ni tenían la capacidad de recorrer grandes distancias por el aire. Sus alas no estaban lo suficientemente desarrolladas para un vuelo poderoso, así que tenían que conformarse con unos torpes aleteos de pavo o, como mucho, con intentos de planear que apenas les separaban del suelo.
Esta es la conclusión de un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Manchester en Reino Unido y del University College de Dublín (Irlanda) tras analizar las plumas de dos de las primeras aves, el Archaeopteryx y el Confuciusornis. El trabajo aparece publicado en la última edición de la prestigiosa revista Science.
Para echar a volar, las aves necesitan plumas fuertes que puedan soportar su peso sin romperse. En las aves modernas, esta fuerza viene del eje central de la pluma, el pequeño canalillo que la endurece a lo largo de su longitud y que es hueco para reducir el peso.
¿Cumplían estas condiciones las primeras aves? La habilidad para volar tanto del Archaeopteryx, que vivió en el período Jurásico superior hace 140 millones de años, como del Confuciusornis, una especie del Cretácico inferior del tamaño de un cuervo y de 100 millones de años, ha sido motivo de controversia.
Para dilucidar el problema, los investigadores Robert Nudds y Gareth Dyke estudiaron los fósiles de las aves y encontraron que los ejes de sus plumas eran más delgados que los de sus congéneres actuales. Demasiado para poder soportar su peso. Los científicos calcularon las distintas fuerzas que actúan sobre las plumas durante el vuelo y detrminaron que aún cuando los ejes eran sólidos, no habrían sido lo suficientemente fuertes como para permitir el deslizamiento. Por lo tanto, el «vuelo con motor» surgió más tarde en la historia de la evolución de las aves.
Noticia publicada en ABC (España)