El temblor -de magnitud 6,9 según el Instituto de Geofísica Estadounidense (USGS) y de 7,1 según las autoridades chinas- se produjo a las 07:49 locales del miércoles y fue de una intensidad similar a la que devastó Haití el pasado 12 de enero.
Dos días después del sismo, la ayuda de urgencia empezaba a llegar hoy a la zona devastada, donde se encontraba el primer ministro Wen Jiabao, mientras continuaba la búsqueda de supervivientes.
Los vehículos cargados de ayuda comenzaron a llegar a la devastada ciudad de Jiegu, cerca del epicentro del terremoto que el miércoles asoló una zona de difícil acceso de la provincia de Qinghai, en la meseta tibetana.
Miles de supervivientes despertaron hoy tras una segunda noche a la intemperie, con temperaturas que descienden hasta los cinco grados bajo cero, con hambre y rodeados del olor de cuerpos en descomposición.
El primer ministro Wen Jiabao llegó la noche del jueves a Jiegu, donde el 85% de los edificios se desplomaron, y proseguía su visita este viernes, informó la agencia Nueva China.
El canal de televisión CCTV transmitió imágenes de Wen escalando con dificultad, y con la ayuda de los socorristas, las montañas de escombros, o de rodillas, tratando de consolar a una mujer y a su hijo de etnia tibetana.
“La prioridad es salvar a la gente. No vamos a renunciar en tanto quede un rastro de esperanza”, dijo el jefe de gobierno en el cuartel general de ayuda, en Yushu, según la agencia.
Los socorristas, que los días anteriores excavaban a mano limpia, este viernes estaban equipados con material pesado, que sin embargo parece insuficiente ante la magnitud de la destrucción.
Los miles de socorristas que han llegado a la zona se enfrentan al oxígeno enrarecido de esta región de las alturas, donde las temperaturas son glaciales.
Monjes budistas tibetanos se incorporaron a los equipos de búsqueda, comprobó la AFP. "¡Aquí hay gente! Hay que encontrarlos. No podemos parar hasta que los saquemos", dijo uno de los monjes mientras retiraba escombros.
Para la mayoría de los damnificados, la situación es desesperante. “He perdido todo”, declaró a la AFP una mujer de 52 años que perdió a diez miembros de su familia y que deambula entre las ruinas protegiendo con su abrigo a su sobrino de cuatro años. “No tenemos nada. Ni siquiera algo para comer”, dijo.
Se teme que el número de muertos aumente en las próximas horas, ya que, sólo en Jiegu sigue habiendo unas 200 personas sepultadas bajo los escombros.
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