De no encontrar un tratamiento o una vacuna, esta enfermedad letal acabaría con la especie en unos 25 ó 35 años. Hasta ahora, el origen de este mal era un enigma. Nadie se explicaba por qué la cara de estos animales se deformaba hasta extremos repulsivos. Pero un equipo de científicos norteamericanos ha conseguido descifrar la causa. El problema se encuentra en las células de Schwann, un tipo de tejido que amortigua y protege las fibras nerviosas. Este hallazgo, que aparece publicado en la revista Science, supone el primer paso para que el diablo de Tasmania pueda salvarse de la extinción y no seguir vivo únicamente en los dibujos animados que lo hicieron mundial mente famoso.
Estos marsupiales de piel negra y potentes mandíbulas habitaban toda Tasmania hasta que un cáncer facial incurable detectado por vez primera en 1996 terminó con la mitad del censo en libertad, unos 75.000 ejemplares. El cáncer se transmite por mordedura o contacto físico de animal a animal. Es el único cáncer conocido capaz de actuar así, a excepción del propio de los perros. La patología se propagó con rapidez. Se caracteriza por tumores de gran tamaño, especialmente en la cara y en la boca, que a menudo se extiende a los órganos internos. Los animales afectados no sólo tienen un aspecto terrible, sus tumores reducen la capacidad del animal de alimentarse y lo matan en unos seis meses.
Tras realizar un análisis genético de las células tumorales, los científicos del Laboratorio Cold Spring Harbor (CSHL), en Nueva York, identificaron un marcador genético para diagnosticar con precisión el cáncer facial del demonio. «Nuestros resultados representan un gran paso adelante en la carrera para salvar a los demonios de la extinción», asegura Elizabeth Murchison, autora principal de la investigación. Los análisis han proporcionado un método para distinguir entre el cáncer facial y otros tipos de cánceres que también pueden afectar al demonio de Tasmania, lo que podría ser crítico a la hora de identificar y aislar a los animales afectados y contener la propagación de la enfermedad.
El equipo ha confirmado que los tumores que se trasmiten de animal a animal son genéticamente idénticos -cada uno tiene su origen en una sóla línea de células-. Los científicos pudieron determinar la identidad de la célula de origen mediante el uso de avanzada tecnología para secuenciar la serie completa de genes que se activan en las células tumorales. Así descubrieron su firma genética y lo relacionaron con las células de Schwann.
Noticia publicada en ABC (España)