Después de un largo día de trabajo, y sobre todo si también hubo actividad física, una persona espera con ansias el momento de acostarse porque supone que va a dormir más que nunca. Error. Para llegar a esta conclusión, los científicos trabajaron con grupos de voluntarios a los que se les adosó un dispositivo que midió, durante 23 días, factores como la temperatura corporal. A su vez, se calcularon datos como el índice de masa corporal, el gasto de energía total y el gasto de energía por ejercicio, entre muchos otros.
Los investigadores aseguraron que los resultados fueron una sorpresa para ellos mismos. Observaron que el tiempo total de sueño aumentó un promedio de 42 minutos por noche solo a continuación de días con baja actividad. A su vez, la eficiencia del sueño (que se calcula dividiendo el tiempo de sueño por el tiempo en la cama) no cambió en relación a la actividad o esfuerzo realizado durante el día.
Desde hace mucho tiempo se dice que hacer ejercicio es parte de la receta para mejorar el sueño. Nuestra información no corrobora esa noción. El sueño más largo y la mayor eficiencia del sueño ocurrió tras días de bajo esfuerzo físico. A su vez, esperábamos que la gente que hubiera dormido mejor tuviera días con más ejercicio o actividad. Sin embargo, las personas que durmieron bien hicieron menos ejercicio y gastaron menos calorías, explicó Arn Eliasson, uno de los autores del estudio.
A modo de especulación, Eliasson dijo que estos patrones se podrían explicar por la personalidad de los participantes. Es decir, que las personas muy activas y ambiciosas durante el día podrían permanecen vigilantes durante la noche. A su vez, sería más fácil y sencillo dormir para aquellos que son más tranquilos y de bajo perfil
Noticia publicada en Tucumán Noticias (Argentina)