"Los ecosistemas en Alaska van a ser golpeados por la acidificación del mar", dijo. "En este momento desconocemos cómo van a responder".
Alaska ya ha sufrido mucho a consecuencia del calentamiento global: glaciares que disminuyen de tamaño, erosión costera, el avance hacia el norte de plagas forestales que anteriormente eran mantenidas a raya por los fríos inviernos, así como el derretimiento del hielo en el Océano Artico, un fenómeno que también amenaza a las morsas y otros mamíferos marinos.
La acidificación del océano _la alteración del equilibrio ácido-básico en las aguas marinas_ está vinculada con el incremento de los niveles de dióxido de carbono en la atmósfera.
Cada día los océanos absorben 22 millones de toneladas de dióxido de carbono derivado de actividades humanas, retirando el 30% del que se emite a la atmósfera cada año y mitigando el efecto dañino del gas de efecto invernadero, de acuerdo con la Comisión Oceanográfica Intergubernamental.
Cuando el dióxido de carbono se disuelve en el agua de mar, forma ácido carbónico. Eso hace descender la cantidad de carbonato de calcio, empleado por las creaturas marinas para construir sus conchas o para fortalecer sus esqueletos.
En la primavera Mathis recolectó agua del Golfo de Alaska y halló que las muestras eran más ácidas de lo esperado, y el nivel era mayor al detectado en aguas tropicales. Los resultados fueron similares a los que registró en los mares de Chukchi y Bering frente a las costa oeste y noroeste de Alaska. El agua fría absorbe y conserva más gas que el agua cálida, señaló Mathis.
Su investigación en el Golfo de Alaska reveló múltiples sitios donde las concentraciones de minerales que permiten construir conchas eran tan bajas que los crustáceos, incluyendo los cangrejos, y otros organismos serían incapaces de formar conchas resistentes.
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