Las investigaciones anteriores habían demostrado que la testosterona promueve la competitividad y la dominación, reduce el miedo, y está asociada con comportamientos arriesgados como las apuestas y el consumo de alcohol. "En general, las mujeres tienen más aversión al riesgo que los hombres cuando toca tomar decisiones financieras, lo cual puede influir en la elección de sus carreras", señala Paola Sapienza, profesora asociada de la Kellogg School of Management de la Northwestern University, otra de las participantes en la investigación. "Por ejemplo, en nuestra muestra, el 36% de las estudiantes de MBA optan por la banca de inversión o la Bolsa, frente al 57% entre los hombres.
Por eso investigaron si la testosterona, más abundante en los metabolismos masculinos, tenía algo que ver; descubrieron que entre las mujeres, mayor presencia de testosterona estaba vinculada con mayor apetito por la aventura, y que los hombres y mujeres con la misma cantidad de dicha hormona tenían similar afición al riesgo. Eso sí, entre los hombres ya no influía tener más o menos testosterona. Estos datos concuerdan con los efectos estudiados de la testosterona en cognición espacial, señala Dario Maestripieri, Profesor de Desarrollo Humano Comprado de la Universidad de Chicago.
Los investigadores midieron en 2006 los niveles de testosterona en muestras de saliva de 500 estudiantes de MBA de Chicago Booth, y su comportamiento económico con un juego de apuestas. A posteriori, los investigadores predijeron el sector en el que estarían los participantes dos años después. Acertaron en 379 casos; las mujeres con más nivel de testosterona optaban por carreras financieras más lucrativas pero también más intestables. El estudio también indicó que las personas casadas tienen menos niveles de testosterona que los solteros, confirmando que los que contraen matrimonio son más cautelosos.
Hace un año otra investigación de Harvard y la Stockholm School of Economics, comprobó esta relación entre testosterona y riesgo en 98 hombres de entre 18 y 23 años, la mayoría estudiantes. Analizaron la saliva antes de invertir, para asegurarse que la testosterona no subía por la intensidad del juego. También midieron la masculinidad facial, asociada a los niveles de testosterona. Los participantes recibieron 250 dólares, de los que podían apostar lo que quisieran.
Con una moneda al aire, decidían si perdían lo invertido, o si ganaban dos veces y media dicha cantidad. Lo no apostado se lo quedaban. Además había un incentivo económico, porque uno de los participantes por sorteo recibía su balance en dinero real.
Noticia publicada en Cinco Días (España)