Varios estudios muestran que una gran mayoría de estas especies exóticas han supuesto, en realidad, un aumento de la biodiversidad de los lugares en los que se han asentado. En la actualidad, los expertos en conservación explican que las especies invasoras no son un problema menor: una vez que se han introducido en un hábitat pueden causar graves daños a las especies autóctonas y, en general, al medio ambiente, a la economía e, incluso, a la salud de los habitantes de estas zonas.
Sin embargo, diversos investigadores consideran que esta afirmación debería ser matizada. Es el caso de Peter Bridgewater, presidente del Joint Nature Conservation Committee (JNCC), la institución gubernamental británica que se encarga de velar por la biodiversidad de su país. Bridgewater reconoce que algunas de estas invasiones son nocivas, pero recalca que hay una gran cantidad de ellas cuyos efectos no sólo son suaves, sino que pueden ser de gran ayuda frente a la destrucción de ecosistemas y la pérdida de biodiversidad.
El responsable del JNCC recuerda cómo en Inglaterra todas las especies fueron invasoras tras el final de la última edad de hielo. También cita el caso de una especie en peligro, el loro verde de la Isla de Norfolk, cuya recuperación ha sido posible en parte gracias a diversas plantas invasoras, como la aceituna africana y la guayaba roja, de las que se ha alimentado. Incluso un grupo conservacionista ha utilizado en la India una especie invasora, la lantana (un arbusto perenne originario de América tropical), para que las poblaciones locales pudieran emplearlo como sustituto del bambú y del ratán, mientras se recuperaban las especies nativas.
Dov Sax, un ecólogo de la Universidad estadounidense de Brown, y Steven D. Gaines, un biólogo marino de la Universidad de California en Santa Bárbara, forman parte de este grupo de científicos "heterodoxos". En una investigación publicada el año pasado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), explicaban varios casos de invasiones que no han sido dramáticas, como podría pensarse.
Se referían así a las plantas invasoras de Nueva Zelanda. En la actualidad, hay unas 22.000 especies no nativas, que superan de manera considerable a las 2.065 propias (y únicas en el mundo) de este país. La gran mayoría vive gracias a su cultivo por parte de granjeros y jardineros, pero 2.069 se han adaptado sin ayuda. A pesar de ello, esta invasión no ha supuesto una extinción masiva de las especies nativas, ya que sólo se conocen tres casos en este sentido.
Sax y Gaines analizaban todas las extinciones documentadas de vertebrados relacionadas con especies invasoras. En cuatro de cada cinco casos, las extinciones se produjeron por la introducción de depredadores como zorros, gatos y ratas. Por este motivo, los investigadores razonaban que las invasiones son bastante nocivas cuando las especies que llegan son depredadoras, en vez de competidoras.
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