La ciencia vive y avanza con el debate, y es común que, a medida que aumenta el conocimiento, se pongan en duda hasta las teorías más extendidas si éstas se basaron en métodos que se consideran anticuados. Cuando parece que la ciencia ha conquistado la realidad, viene la duda y la vuelve a convertir en una posibilidad poco probable.
Es lo que acaba de ocurrir con uno de los datos científicos más mitificados por el imaginario colectivo: el tamaño de los dinosaurios. Cierto es que los hubo de todos los tamaños y comportamientos, pero la imaginería fantástica ha tomado como predilectos aquellos reptiles casi monstruosos, de dimensiones descomunales e indiscriminada carnivoría.
Un modesto estudio publicado hoy en la revista británica "Journal of Zoology" ha venido a romper el encanto. Según explica uno de sus autores, Gary Packard, de la Universidad Estatal de Colorado (EEUU), hay un sesgo en el modelo estadístico que los paleontólogos han utilizado en los últimos 25 años para medir el peso de animales gigantes extinguidos.
El resultado es que, en realidad, según las nuevas estimaciones de Packard y colegas, los grandes dinosaurios pesaban la mitad de lo que hasta ahora se ha considerado.
Es el caso del "Apatosaurus" -cuyo alias efímero y técnicamente descartado, "Brontosaurus", ha calado más que su nombre oficial-, el dinosaurio gigante pero manso y herbívoro, considerado torpe y tonto hasta que se demostró que no lo era tanto. Hasta ahora, nadie había puesto en duda su enorme tamaño, que apabulla a los visitantes del Gran Hall del Museo Peabody de Yale. Pero, según las nuevas estimaciones de Packard y colegas, su peso real sería de 18 toneladas en lugar de las 35 que se le atribuían.
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