El péptido (molécula formada por la unión de varios aminoácidos) del maíz —conocido como ZmIGF y descubierto por un equipo de investigación encabezado por Estela Sánchez Quintanar, de la Facultad de Química— podría ser clave para obtener granos más grandes y nutritivos, así como plantas más resistentes a los insectos, a las enfermedades y a la diversidad de climas.
Al estudiar la regulación de la síntesis de proteínas en plantas, los investigadores universitarios encontraron que algunos de sus mecanismos de regulación de traducción genética son muy semejantes a los de los animales.
En el maíz hay un péptido llamado IGF (insulin-like growth factor) que realiza una función semejante a la de la insulina en la transducción de señales en animales.
“Si bien no tiene la misma secuencia genómica que la insulina, este péptido induce también la síntesis de proteínas y del ADN (ácido dexorribonucleico) que se requiere para controlar el crecimiento y la división celular. dice Sánchez Quintanar. En el caso específico del maíz, objeto de nuestro estudio, su péptido se llama ZmIGF: Zm por Zea mays, nombre científico del maíz; e IGF por insulin-like growth factor.”
Sánchez Quintanar y sus colaboradores ya saben que el péptido ZmIGF, a través de la Vía TOR (común a plantas y animales), hace crecer y dividir las células de maíz, particularmente del Tuxpeño, una de las razas más importantes de México.
Callos
Muchas plantas pueden propagarse o regenerarse completamente mediante la producción de callos embriogénicos, a partir de un pedazo de hoja, tallo o raíz (embriogénesis somática).
El maíz produce estos callos embriogénicos sólo a partir de embriones inmaduros de 14 días contados después de la polinización; luego de ese lapso ya no los produce, sólo forma callos no embriogénicos.
Los callos no embriogénicos del maíz (masas celulares de color amarillo pálido) crecen de manera muy lenta; pero cuando se les añade el péptido ZmIGF, crecen rápidamente, tanto como los callos embriogénicos que darán origen a nuevas plantas.
Ahora bien, aunque crecen tan rápido y se parecen físicamente a los callos embriogénicos, Sánchez Quintanar y sus colaboradores aún no saben si estos callos a los que se les añade el péptido ZmIGF adquirirán la capacidad para formar tejidos y dar origen a una nueva planta.
“A eso estamos dedicados en la actualidad: a probar si realmente se transformaron en callos embriogénicos o si todavía les falta dar ese salto epigenético para originar nuevas plantas.”
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