La Asociación apoya la declaración del asentamiento como patrimonio de la humanidad.
En las faldas del activo Volcán Turrialba, la historia de Guayabo se remonta al año 1.000 a.c, cuando era un importante centro urbano con influencia indígena suramericana. Aún hoy es posible admirar las calzadas de piedra, el acueducto y los montículos sobre los que se edificaban las viviendas de los primeros pobladores de América.
El monumento arqueológico está abierto al público, y si bien no tiene la majestuosidad de las pirámides mayas o aztecas, encierra en su sencillez los secretos de una cultura ya casi olvidada, la de los cabécares, que aun viven en pequeños asentamientos en el sur de Costa Rica.
Tal vez las palabras de la guía local, Rosa Hernández, son las que describen con mayor exactitud este sitio: "Guayabo no entra por la vista; la cultura indígena de Costa Rica entra por el corazón y por el conocimiento, porque no es monumental pero sí muy rica en historia, al ser una zona de convergencia entre las civilizaciones del norte y del sur del continente".
Guayabo fue declarado Monumento Nacional en 1973, y tiene una extensión de 232 hectáreas, en 20 de las cuales se encuentra aún restos arqueológicos, aunque solo se han excavado cuatro, según explicó a Efe, Carlos Evans, director del monumento.
Los primeros registros del asentamiento datan de 1886, pero no fue hasta la década de los años 70 cuando se iniciaron formalmente las investigaciones científicas en el sitio, que señalaron que la ciudad estuvo habitada desde el año 1.000 a.c hasta el 1.400 d.c, pero que su mayor desarrollo se dio cerca del 800 d.c.
Entre los restos arqueológicos descubiertos hasta ahora se encuentran 43 montículos sobre los que había edificaciones, tres acueductos, dos plazas y dos calzadas, todas comunicadas entre sí por pequeños caminos empedrados, puentes y gradas.
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