A la 1:21 p.m. del jueves 8 de enero anterior la población percibió un fuerte temblor que lamentablemente no sólo ocasionó daños materiales, sino también consecuencias mortales. El epicentro se localizó 10 kilómetros al este del volcán Poás, en la provincia de Alajuela.
El sismo tuvo una magnitud de 6,2 grados en la escala de Richter y se produjo a muy poca profundidad: a sólo 6 kilómetros de la superficie y se debió a una falla local. Pero a las 11:24 a.m. de este miércoles un movimiento similar en magnitud hizo recordar los costarricenses lo vivido a inicios de año.
En esta ocasión el sismo se originó a 12 kilómetros al sur de la ciudad de Golfito, fue de 6,3 grados en la escala de Richter y la causa fue el choque de placas. A las 3:03 p.m. hubo una importante réplica de 5,8 grados Richter y tuvo la misma ubicación.
Pero por qué si el temblor de la mañana de este miércoles fue de 6,3 grados y el de Cinchona fue de 6,2 grados, es decir menor, el de este miércoles no se cataloga como terremoto.
“La calificación no depende de la magnitud del evento, sino del grado de daños, dada la información que se tiene aparentemente no hay daños y si los hay no son tan fuertes como los de Cinchona, además existen elementos que también inciden como la profundidad del temblor, las características topográficas del área y la distancia hacia los centros poblados.”, señaló Víctor González, experto del Observatorio Vulcanológico y Sismológico de Costa Rica (OVSICORI).
“Podemos esperar un decaimiento de las réplicas, pero hay que estar vigilantes pues es una zona en donde interactúan 3 placas tectónicas y es de esperar que hayan más replicas; hasta el momento se han detectado unas 50.”, agregó Javier Pacheco, especialista del OVSICORI.
Los expertos indican que si bien no hay que alarmarse, se debe tomar en cuenta que esta región tiene potencial para producir sismos con magnitudes mayores a 7 grados, como ya ha ocurrido en el pasado.
Noticia publicada en Teletica (Costa Rica)