Pesa poco más de medio grano, pero es la reina de todas las glándulas endocrinas. Situada justo en la base del cerebro, la hipófisis es el órgano que regula la mayor parte de los procesos biológicos del cuerpo, desde el aparato reproductor (testículos y ovarios) al crecimiento, pasando por el control del agua del organismo a la secreción mamaria durante la lactancia. Es la gran fábrica de hormonas. Gracias a sus seis tipos de células secretoras produce una gran cantidad de hormonas, cada una de las cuales afecta a un órgano o una parte específica del cuerpo. Y desde ahora también se sabe que en su interior guarda el secreto para la regeneración de las células dañadas. Un grupo de investigadores del departamento de Fisiología de la Universidade de Santiago dirigido por Clara Álvarez Villamarín ha descubierto, por primera vez, la presencia de células madre en la hipófisis. Y no solo eso, sino que han demostrado que su presencia no es aislada, sino que se agrupan en nichos autoorganizados que les permiten mantener la supervivencia de forma aislada.
Hasta el momento, este proceso solamente se había observado en la médula espinal y en la epidermis. La confirmación de sus resultados se hizo en ratas, ratones y en humanos mediante proyectos de colaboración con el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), en el que participaron María Blasco y Marcos Malumbres, y con el Hospital Virgen del Rocío, de Sevilla, que intervinieron en un proyecto coordinado desde Santiago y cuyas conclusiones se recogerán el viernes en la revista científica PLoS ONE.
En la práctica, el hallazgo abre la puerta para que, en un futuro, mediante los procesos de división y diferenciación de las células madre se puedan lograr las células específicas que se necesiten para reponerlas. Por ejemplo, si un paciente está afectado por el enanismo hipofisiario, mediante una inyección de células madre que regulan específicamente esta función se podría tratar este problema.
La aplicación práctica, sin embargo, todavía tardará en llegar y aún será necesario superar varios retos. Pero, en principio, los investigadores gallegos han conseguido transformar in vitro las células madre en cualquier tipo de células hipofisarias y también en neuronas.
Queda, sin embargo, lo fundamental, que sigue siendo el gran misterio para la comunidad científica internacional que trabaja en este campo: lograr que las células madre se comporten como tales y que se dividan infinitamente hasta conseguir el número necesario para los casos clínicos que se precisen. O lo que es lo mismo, pasar de unas pocas células madre (no diferenciadas) a millones de células específicas elegidas a la carta para que una determinada glándula dañada vuelva a ser plenamente operativa. «El reto es conseguir que se dividan infinitamente y que no lo hagan de forma espontánea», explica Clara Álvarez.
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