El sentido del ritmo en los humanos es algo innato y una cualidad que nos diferencia del resto de los animales. Así lo reveló esta semana un estudio llevado a cabo por investigadores de Hungría y de los Países Bajos.
Según los investigadores, el sentido del ritmo de una persona se desarrolla en el útero materno aproximadamente tres meses antes de nacer. Por eso, nada más venir al mundo, los bebés son capaces de seguir y distinguir las melodías.
Este hallazgo echa abajo la creencia generalizada que existía hasta la fecha de que el sentido rítmico se va formando durante los primeros meses de vida, especialmente si los padres estimulaban a sus hijos poniéndoles música.
Sin embargo, apoya la idea de que tener un buen manejo del ritmo es esencial para la comunicación humana, pues ayuda a la gente a descubrir el momento idóneo para contestar o intervenir en una conversación.
“Los nuevos datos indican que nacemos con ritmo, algo que no le sucede a ningún otro mamífero, ni siquiera a nuestros parientes más cercanos como los chimpancés, y podría explicar por qué logramos conversar”, indica el estudio publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Science (PNAS).
Metodología
Según los médicos, la percepción del ritmo implica reconocer un ciclo o frase rítmica completa e identificar dónde comienza y dónde finaliza. Para comprobar si el sentido del ritmo era innato, los científicos analizaron a 14 bebés con dos y tres días de vida. A cada uno de ellos le pusieron secuencias musicales con ciertas variaciones rítmicas cada una.
Mientras los bebés dormían se les ponía a escuchar –a través de unos auriculares– diferentes melodías. Para saber qué pasaba en sus cerebros, a cada uno de los bebés se le colocaron unos electrodos que monitoreaban la actividad cerebral mientras oían la música.
Las secuencias musicales escogidas para la experimentación, que consistían en ritmos básicos de rock tocados con instrumentos de percusión –caja, bajo y platillos–, se reprodujeron para los pequeños cientos de veces y se registraron las respuestas cerebrales.
En algunos momentos, los científicos omitieron parte de la secuencia rítmica que se venía repitiendo y, cuando esto ocurría, los bebés “brincaban”, es decir, mostraban con su actividad cerebral que podía percibir el “error” o el cambio. “Sus cerebros reaccionaban a lo ocurrido como algo inesperado”, dijo Susan Demhan, de la Universidad de Plymouth.
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