El equipo de investigación del Museo Jurásico de Asturias (Muja) acaba de publicar en una prestigiosa revista francesa el hallazgo de un rastro de huellas de un terópodo tridáctilo -y por lo tanto carnívoro y con tres dedos útiles- en el que se puede observar claramente que el dinosaurio padecía una patología como consecuencia de una lesión antigua o una malformación congénita.
El director del equipo de investigación del Muja, José Carlos García-Ramos, explicaba que este hallazgo «tiene mucho interés para nosotros porque se conocen muy pocos casos». Los otros dos casos documentados fueron localizados en 1935 en el Valle de Connecticut (EE UU) y en 1986 en la Cordillera del Atlas (Marruecos).
El hallazgo asturiano fue descubierto a principios de 2005 en los acantilados de la parroquia de Argüero (Villaviciosa) en un punto localizado entre los pueblos de El Toral y San Feliz. El pie del ejemplar tenía una longitud de 58 centímetros y, en consecuencia, una altura de dos metros y 84 centímetros. «Se trataba de un ejemplar de gran tamaño para su especie», resume.
Se sabe también que el animal llevaba un paso lento, de unos cinco kilómetros por hora, y que en aquel momento caminaba sobre una llanura cerca del borde externo de un cauce fluvial, según las interpretaciones que el equipo de investigación del Muja realizó sobre los sedimentos. Una roca, calcula García-Ramos, que podría tener 152 millones de años, por lo que sitúa al ejemplar de dinosaurio en el Jurásico Superior.
El científico explicó que la pata derecha del ejemplar tiene su dedo derecho con una separación de ochenta grados con respecto al central mientras que, en su pie izquierdo, la separación es de 37 grados. «Se trata de una anomalía muy grande que indica que, o bien se trataba de una malformación de nacimiento, o de una lesión muy antigua, porque no le afectaba en lo más mínimo al caminar. Si hubiera sido una lesión reciente habría una clara alternancia de pasos cortos y largos como cuando se cojea», compara el científico. Concretando un poco más, los investigadores se atreven a afirmar que «por la posición del dedo en el que existe la patología, ésta se encuentra en la articulación de entre la primera y segunda falange».
La importancia de este descubrimiento radica en la exclusividad del mismo ya que «se conocen muchas deformaciones en huesos, pero muy pocas en huellas». El propio museo estudia ahora la perforación encontrada en un hueso de dinosaurio.
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