Se trata de los eosinófilos, aquellos leucocitos generalmente asociados a la defensa contra parásitos y alergias, tales como asma, los que ahora ameritan renovado respeto como una novedosa arma del organismo para combatir infecciones bacterianas.
La investigación publicada en la línea electrónica de la revista Nature Medicine sugiere que los eosinófilos utilizan al ADN (aquel material hereditario con el que codifican los genes) de manera poco convencional: primero ubican a las bacterias y luego les arrojan tanto ADN como proteína para inmovilizarlas y eliminarlas.
Los hallazgos plantean que el tracto intestinal utiliza muchos abordajes no tradicionales para mantener siempre una barrera contra las nocivas bacterias que merodean por allí.
El Dr. James Lee, investigador de Mayo Clinic y coautor del estudio, comentó que estas observaciones son especiales debido a dos razones: “La primera es que los eosinófilos son leucocitos bastante raros (menos de uno por ciento) que liberan una serie de proteínas tóxicas, sobre las cuales se sospecha que participan en la muerte celular que circunda las infecciones parasitarias y el daño pulmonar ocurrido en los asmáticos; sin embargo, lo más importante es que, por lo general, no se pensaba en éstos como una defensa del organismo contra las bacterias, sino que se creía que dicha labor recaía sobre otros leucocitos, los neutrófilos, cuya presencia es de casi 40 por ciento”.
Segundo, dice el Dr. Lee, todas las células del cuerpo humano, incluso los eosinófilos, contienen unos pequeños órganos (organelas) llamadas mitocondrias, que producen energía. “Las mitocondrias son tan complejas que necesitan llevar con ellas su propia información genética para codificar esta estructura.
Lo sorprendente es que es precisamente ese el ADN que los eosinófilos catapultan contra las bacterias con disparos rápidos, lo que constituye una utilización bastante peculiar del material genético.
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