Aprieta pero no ahoga. Esa es la imagen que los responsables de seguridad y defensa que protegen la investigación científica francesa quisieran dar del cerrojo impuesto, desde noviembre pasado, a la cooperación científica con Irán. Amparados por tres resoluciones de la ONU y por dos decisiones de la UE, los funcionarios de Defensa de Francia han establecido un control global de la cooperación de la ciencia francesa con la iraní. Un cordón sanitario que no es del gusto de todos.
La revista científica Nature fue la primera en publicarlo, en uno de sus números a finales del año pasado. Los Altos Funcionarios de Defensa y Seguridad (HFDS) que, en Francia, controlan las actividades internacionales sensibles de sus científicos se han apoyado en las resoluciones de la ONU sobre proliferación nuclear iraní para generalizar, al conjunto de las disciplinas, unos controles sistemáticos que normalmente sólo ejercían en investigaciones con usos militares.
"Lo que hemos hecho es reforzar la vigilancia del sistema de autorización previa sistemática ya existente para cualquier llegada de un investigador extraeuropeo, incluidos los iraníes, en los Establecimientos con Régimen Restrictivo (ERR)", explica a Público el responsable de una célula del HFDS, Joseph Iland. "Hay países que presentan más riesgos que otros para nuestro patrimonio científico y prestamos mucha atención a las investigaciones civiles que pueden ser utilizadas de forma malintencionada por ciertos Estados o ciertas organizaciones terroristas", añade.
El alto funcionario de Defensa tiene a su mando un equipo de cinco personas, y su terreno de caza es la más vasta institución de investigación de Europa: El Centro Nacional de la Investigación Científica (CNRS).
Entre los 1.300 laboratorios de investigación propios al CNRS, unos 150 son juzgados extremadamente sensibles. Son los ERR. No todos ellos tocan terrenos de doble uso, con aplicaciones militares, como la bacteriología, la física nuclear, la balísticas, el tratamiento de señales o la informática. Los hay que trabajan, por ejemplo, en riesgos financieros u obesidad, y por ello dan a sus investigadores medios de trabajo, programas informáticos y conocimientos que sí abarcan campos con aplicaciones militares. Existe también una tercera categoría de laboratorios ultrasensibles: hay uno, por ejemplo, que puede trabajar sobre un tema tan inocuo como la risa de la mujer en la antigüedad del Alto Egipto -no es broma-, pero se encuentra en el perímetro sagrado de Saclay, sede geográfica de la materia gris nuclear militar francesa, al suroeste de París.
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