Estas se utilizan en multitud de productos como ropa o calzado, pinturas, lavadoras, detergentes y hasta ceras para coches, debido a sus propiedades bactericidas. “Esas propiedades para matar o detener el crecimiento de los microorganismos nos permiten, al tiempo, medir y valorar sus efectos en el medio ambiente”, explica Navarro. Así, los científicos –cuyas investigaciones han sido publicadas en Environmental Science and Technology, una de las revistas punteras en el ámbito de las ciencias ambientales– han constatado que la toxicidad de las nanopartículas de plata procede tanto de su tamañocomo de su capacidad para liberar iones de plata, muy tóxicos para los organismos. Asimismo, han observado que su interacción con los organismos (en este caso, algas) puede incrementar la liberación de estos iones. Ahora, la cuestión es saber qué cantidad de ellos llegará al medio ambiente, y como se comportarán una vez que se liberen.
En otro reciente artículo publicado en Ecotoxicology, este mismo equipo ha analizado los trabajos anteriormente publicados sobre plantas, algas y hongos, y ha llegado a la conclusión de que las nanopartículas pueden llegar a influir en el medio ambiente y alterarlo. Sin embargo, reconocen que la falta actual de estudios no permite, por el momento, extrapolar los resultados obtenidos en laboratorio a nivel del ecosistema, ni tampoco prever los efectos de los nanomateriales en el medio ambiente a largo plazo.
Navarro lo explica así: “Primero será necesario saber en qué cantidades y a qué medio (terrestre, aéreo, acuático) llegarán los nanomateriales, y cómo se comportarán. Luego habría que conocer sus efectos a corto y largo plazo en algunas especies representativas de cada ecosistema; harían falta modelos que permitan extrapolar esos estudios y ver cómo se ven alteradas ciertas funciones del mismo”. Son “demasiadas incertidumbres”, explica el científico. “Lo único seguro es que estos materiales llegarán al medio ambiente, y que pueden interaccionar con los organismos. Su impacto dependerá en gran medida del conocimiento que tengamos de ellos”.
La misma preocupación ha entrado ya en la agenda política. Informes de Naciones Unidas, la Royal Society británica y la Unión Europea ponen de manifiesto la necesidad de profundizar en las investigaciones medioambientales sobre los riesgos de lo nano. “Un problema general es que no es posible anticipar todos los contextos de uso y todas las posibles vías de liberar nanopartículas. El ejemplo del CFC [cuya fabricación fue prohibida por el Protocolo de Montreal porque destruye la capa de ozono] ha demostrado que las cadenas de reacción pueden ser muy complejas”, indica el estudio del Parlamento Europeo El papel de la nanotecnología en la sustitución química. Los asesores científicos del Parlamento añaden que “la investigación en toxicidad debe acompañar el desarrollo de la nanotecnología. Pero también debe haber una supervisión del empleo de este tipo de productos”.
La incertidumbre conlleva, asimismo, un reto: regular legalmente el uso de los nanomateriales. La propia Comisión Europea, en una comunicación emitida este verano (Aspectos reglamentarios de los nanomateriales), admite que la aplicación de la legislación en este ámbito “debe perfeccionarse” a medida que se reduzca el “déficit de conocimientos” sobre sus riesgos.
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