Durante los últimos meses, la comisaria de Agricultura de la Unión Europea, Mariann Fischer Boel, se ha mostrado partidaria de agilizar los trámites para la aprobación de organismos modificados genéticamente, OGMs, como respuesta a la actual crisis alimentaria. De hecho, en una entrevista publicada por el diario francés La Croix y difundida por Antama, explicó que “es imprescindible agilizar el proceso de aprobación de nuevos productos OGMs destinados al cultivo, ya que desde hace años esta cuestión ha quedado paralizada por las complicaciones derivadas de la actitud de diferentes países miembro"".
Según Fischer Boel, a pesar de la crisis económica mundial y los altos precios de los productos alimentarios, la postura de la Unión Europea frente a los productos transgénicos hace que “hoy sea posible devolver una carga completa de soja o maíz procedente de América del Sur, destinada a la alimentación animal, pese a no contener un solo trazo de OGM”. La comisaria dejaba claro con dichas declaraciones su postura favorable a colocarse al nivel de las legislaciones de otros países más permisivos en la producción de cultivos transgénicos.
Mejor con transgénicos
Pero, ¿con qué normas cuentan dichos estados? y, sobre todo, ¿respetan determinadas reglas de sostenibilidad y coexistencia? Los principales países productores, entre los que se encuentran Estados Unidos, Canadá, Argentina o Brasil, iniciaron la carrera de los OGMs hace más de una década, apostando por la ""ciencia y la tecnología"" y sus leyes al respecto se redactaron ya entonces.
Por ejemplo, en Argentina, se creó el Conabia, que es el comité que regula y controla la producción de este tipo de cultivos. La normativa de este país se aplica ""a los productos genéticamente modificados en función de sus características, contemplando, en cuanto a los procedimientos empleados para su obtención, sólo aquellos aspectos que pudieran significar un riesgo para el ambiente, la producción agropecuaria o la salud pública"".
Por su parte, el Departamento de Agricultura del Gobierno de Estados Unidos afirma que apostó por los transgénicos con el propósito de adaptarse a los cambios y retos que supone la agricultura del siglo XXI y garantiza que estos productos ""son seguros dentro y fuera de sus fronteras"".
Otro de los grandes en la producción de transgénicos, China, se ha situado al lado de las políticas biotecnológicas de Estados Unidos recientemente. De hecho, según reconoció el primer ministro Wen Jiabao en una entrevista en la revista Science ""el Gobierno chino usará los cultivos transgénicos para desarrollar la economía de las zonas rurales e incrementar los ingresos de los campesinos"". Por primera vez, Wen mostró abiertamente su apoyo al crecimiento y uso comercial de los cultivos modificados transgénicamente, asegurando que la ciencia y la tecnología son ""oportunidades"" para el desarrollo.
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