Estrecharse la propia mano es una experiencia extracorporal de lo más divertida. Pero la ilusión de que a uno le hagan un tajo en el estómago con un cuchillo de cocina ya no resulta tan agradable.
Ambas sensaciones fueron percibidas como reales por la mayoría de los sujetos en un proyecto científico sueco que exploró de qué modo se puede dar la falsa impresión de que uno está en un cuerpo ajeno.
En el estudio presentado el martes, neurocientíficos en el Instituto Karolinska de Estocolmo demostraron cómo lograron que voluntarios provistos de escafandras de realidad virtual experimentaron la ilusión de intercambiar su cuerpo con el de un maniquí y el de una persona real.
"Nos interesaba un interrogante clásico que filósofos y psicólogos han discutido durante siglos: por qué creemos que el yo está dentro de nuestros cuerpos", explicó el líder del proyecto Henrik Ehrsson. "Para estudiar esto científicamente apelamos a trucos, ilusiones perceptuales".
A este periodista le despertó la curiosidad como para probarlo, aunque con ciertas reservas.
Lo primero que vi fueron dos cuchillos de cocina, tres maniquíes y una mano artificial que sobresalía tras una cortina.
"Usted tiene el derecho a decir basta en cualquier momento en que se sienta incómodo", dijo una colega de Ehrsson, Valeria Petkova, mientras frotaba mi mano izquierda con un gel electrolítico y me aplicaba electrodos en los dedos medio e índice.
Me aseguró que no corría ningún peligro. Pero no pude evitar un leve estremecimiento cuando me encasquetó el visor de realidad virtual.
En un primer experimento, las antiparras estaban conectadas con cámaras ajustadas a la cabeza de un maniquí, mirando a sus pies. Por el visor vi una imagen granulosa del torso plástico de la figura. Recliné la cabeza para crear la sensación de que estaba mirando mis propios pies.
En ese momento no me pareció muy real. Pero cuando Petkova rozó simultáneamente con marcadores mi vientre y el del maniquí, el efecto empezó a hacerse sentir. A medida que mi cerebro procesaba las señales visuales y táctiles, tuve la impresión de que el cuerpo del maniquí era el mío propio.
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