Olvidar un poema, un nombre o una fecha no sería raro, pero no recordar cómo andar en bicicleta es casi imposible. Esta fue la teoría, finalmente comprobada, de un trabajo científico realizado por investigadores del Instituto Max Planck de Neurobiología (Martinsried, Alemania) y del University College de Londres (Reino Unido).
El Dr. José Antonio Bueri, jefe del Servicio de Neurología del Hospital Universitario Austral, explica que existen dos tipos de memoria, "una de corto plazo y otra de largo plazo". Lo que vemos, oímos, sentimos con el tacto y olemos va, en general, a la memoria de corto plazo, donde se almacena no más de 20 segundos. Ahora bien, el neurólogo resalta que aquello que registramos por interés, necesidad o motivos emocionales va a la memoria de largo plazo.
Ciertos procesos, como conducir o aprender a tocar un instrumento, tejen una estructura de conexiones entre las neuronas cerebrales, gracias a la cual la información se conserva. Hasta hace un tiempo, se creía que la falta de práctica o de uso provocaba la pérdida de estas conexiones y, en consecuencia, el olvido, pero los autores del estudio demostraron que esto no es así.
Investigaron los circuitos cerebrales de un grupo de ratones cuando les tapaba un ojo y cuando recuperaban la visión. Observaron que cuando se les cubría un ojo, los ratones establecían muchas y nuevas conexiones entre las neuronas de la corteza visual para adaptarse a la situación. Al recuperar la visión, las neuronas retomaban su función anterior, pero las conexiones que se habían establecido entre ellas se mantenían intactas con el tiempo, a pesar de que ya no existía el bloqueo de la vista. El cerebro almacenó el proceso "por si acaso" y, cuando semanas después el equipo de investigadores repitió el experimento, la readaptación de los ratones a un nuevo bloqueo de la visión fue más rápida.
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