Lo han hecho a partir de una muestra de pelo que había permanecido preservada en el suelo de Siberia bajo una capa de hielo permanente. Es la primera vez que se logra secuenciar un animal de una especie extinta con el mismo detalle que los que viven en nuestro tiempo. Todos los datos de este avance pionero se publican hoy en la revista «Nature».
La secuencia de este antepasado del elefante podría ser el primer paso para resucitar algún día especies extinguidas a partir de muestras de ADN. Y si ese momento tan ambicioso nunca llega, la investigación permitirá, al menos, aclarar los motivos de la desaparición de algunos animales y proteger a otros en riesgo.
El equipo liderado por Webb Miller y Stephan Shuster investigó con los restos capilares de dos ejemplares de mamut siberiano. El primero estuvo congelado unos 20.000 años y el segundo podría haber estado sepultado bajo el hielo hasta unos 60.000 años. Obtener el genoma del mamut a partir de esos restos fue como montar un complejo puzle al que aún le quedan algunas piezas para completarlo. El grupo de la Pennsylvania State University (EE.UU.) utilizó las técnicas más modernas para secuenciar 4.000 millones de pares de bases de ADN. Al final consiguieron secuenciar el 80 por ciento del genoma nuclear del mamut lanudo. La versión que se obtuvo es incompleta y posiblemente contiene errores para concluir genes estándar de esta especie. Pero ha bastado con esa información para conocer las similitudes entre el mamut y todos sus parientes actuales.
Ahora se sabe que tienen mucho en común. El genoma de este elefante de la Edad de Hielo («Mammuthus primigenius») se aleja sólo un 0,6 por ciento del elefante africano. La tasa de divergencia entre el ADN del mamut y el elefante actual es la mitad de la existente entre el humano y su pariente más cercano, el chimpancé. El mamut y el elefante se separaron en la evolución aproximadamente al mismo tiempo que el hombre y el chimpancé.
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